28.03.09 -
A. S. LORCA/ la Verdad
«Amigas y amigos, ¡se acerca la Semana Santa! y las calles, las plazas y los rincones de esta ciudad están ya a punto de experimentar esa explosión del color blanco y azul, encarnado y morado, negro y esa conjunción jubilosa de todos los colores que es el Resucitado. Llega el momento de admirar la majestuosidad del cortejo, de sentir ese estallido de pasión desbordada en las calles al son de los himnos y al vuelo de pañuelos y banderas. ¡Lorca huele ya a clavel encendido azul y blanco, morado y encarnado! ¡Lorca huele ya a la arena en la carrera, a mañana de Viernes Santo, a revoloteo de caballos, a oro y sedas! Son aromas de primavera, son aromas de Pasión».
Con esta palabras finalizó anoche su pregón el alcalde, Francisco Jódar Alonso, en una iglesia de San Mateo repleta de lorquinos de todos los colores, en la que las banderas de las cofradías ocupaban lugar destacado junto con la enseña de la ciudad que había accedido al templo a los sones del Himno a Lorca, interpretado por la Banda Municipal.
El pregonero habló de la Semana Santa desde su corazón de procesionista, desde sus propias vivencias personales, ya que fue presídente del Paso Encarnado, cofradía a la que dijo pertenecer «por nacimiento y por tradición». También, en otro pasaje de su discurso, recordó su condición de «blanco, y gran parte de mis mejores amigos son azules, y con ellos comparto todos los años un momento especialmente bello y emotivo: la serenata a la Virgen de los Dolores».
Rasgos definitorios
Jódar dijo inicialmente «aquí estoy, entrañables ciudadanos de esta Lorca ancha de cuerpo y alma, esforzados cofrades de los Pasos lorquinos; vengo a pregonar porque así lo habéis decidido los presidentes de las cofradías, y porque para cualquier lorquino es un honor aceptar tal encargo».
Para añadir que «yo vengo hoy, como lorquino apasionado, fronterizo y exaltado, como procesionista plenamente convencido, a pregonar nuestra particular manifestación de religiosidad popular, a decir a todos cuantos quieran oírme que sólo una es llamada Ciudad del Sol y que bajo ese mismo sol, en primavera, la gente de Lorca sigue siendo capaz de desplegar toda aquella magnificencia que Salvador Rueda supo sintetizar espléndidamente en los tercetos finales de su muy conocido poema: /Ángeles, Patriarcas, Dignidades,/ Símbolos y Divinas Majestades,/ pasan entre oleajes de grandeza./ Y asombra aquel desfile nucna visto,/cual si la fiesta consagrada a Cristo/ ¡fuese el Juicio Final de la Belleza!».
Para el pregonero, cuatro son los rasgos definitorios de la tradición sobre la que descansa la Semana Santa lorquina: «Una devoción sincera y profunda, representaciones bíblicas en uno de los más hermosos espectáculos sacros españoles, el preciosismo del bordado y la participación entusiasta de un pueblo».
Al desarrollar estos cuatro aspectos, el pregonero hizo historia y justificó en esa devoción tradicional, el poder entender mejor «los vivas, las palmas, la emoción en lágrima viva y los requiebros verbales, casi galantes, que se alzan entre pañuelos a la Virgen de la Soledad, de la Piedad, de los Dolores, de la Amargrua, de la Encarnación, nuestras Vírgenes, que son tantas y una al mismo tiempo».
Y añadió que «sólo así es comprensible la piedad telúrica, el magnetismo emocional inexplicable que siguen provocando las más crudas imágenes de Cristo inmerso en su Pasión, y que recuerdan de modo preciso la angustia en el huerto de los olivos, la sumisión del Cristo del Rescate en su prendimiento, la resignación del Señor de la Penitencia cuando fue azotado y ultrajado, la agonía de Jesús Nazareno, Cristo del Perdón, camino del Gólgota, el desgarro final del Crucificado, Cristo de la Sangre, mirando al cielo en su agonía, y la paz del Cristo Yecente que ha entregado su vida, momento cumbre de la Redención».
'Una Biblia ambulante'
Otra de las notas definitorias la resume Jódar «en esa Jerusalén en que Lorca se convierte como si de una gran tramoya se tratara, esas representaciones bíblicas que desde hace tantos años son la más atractiva cara de nuestras procesiones, calificadas por Asensio Sáez como la Biblia ambulante». Y se detuvo en recordar todo el proceso histórico de desarrollo y enriquecimiento del cortejo hasta nuestros días.
Concluyó el pregonero esta fase de su intervención diciendo que «podrán hoy los historiadores señalar aciertos y desatinos del pasado; cualquiera podría invocar la pureza de la tradición y mil y una incomprensiones y desafueros; se podría traer a colación eso y mucho más, y nada empañaría mínimamente la belleza formal y el complejo contenido religioso de unas procesiones hechas aquí a nuestro modo, con excesos, con contrastes, con pasiones inconcebibles que se traducen en gestos, expresiones y actos insólitos aprendidos de nuestros mayores».
El pregonero entró después en lo que considera el tercer rasgo definitorio, el bordado. «Si dos Pasos ha habido siempre en lo tocante a rivalidad, también para siempre quedaron fijados los nombres de de Cayuela y Felices, como dos portentos azul y blanco, respectivamente, dos personas con las que Lorca aún mantiene una deuda de reconocimiento».
Ellos, añadió Jódar, «dirigieron acertadamente las manos de unas bordadoras lorquinas a las que un monumento agradece tanta entrega. El bordado lorquino es gracias a ellas una marca de calidad, una denominación de origen por la que hay que trabajar en serio potenciando su aprecio fuera y dentro de nuestra ciudad. Sé que es esta una tarea pendiente y una demanda que hay que afrontar con urgencia».
Entusiasmo popular
El pregonero completó su visión del marco de esencias de las procesiones lorquinas con lo que denominó «participación entusiasta de un pueblo. Sin esa movilizació colectiva nada de esto sería lo que es». Para añadir que «para nuestra Semana Santa cada aportación personal es imprescindible, y las hay de todas clases. Hay mayordomos que prevén y cuidan cada aspecto del desfile; hay figurantes en carrozas, carros, a caballo y a pie; hay intérpretes de música cofrade que soportan fríos invernales en los ensayos para llenar con sus sones las tardes encendidas de esa Pasión diferente; hay quienes saben poner flores en los tronos, maquillar, vestir y peinar a cada personaje; otros conocen a dónde acudir para encontrar los caballos necesarios; los hay que reparan atalajes y arreos, o que limpian y cuidan atrezzo y carros y carrozas; dan puntadas otros a última hora, o componen apresuradamente capetas, faldones y petos...».
La parte final de su pregón la dedicó Francisco Jódar a reflejar algunas de las vivencias personales que ha experimentado en torno a las procesiones lorquinas. «Los lorquinos tenemos esa querencia especial y desmedida por nuestras procesiones y no nos produce empacho decirlo allí donde haya ocasión».
«Me encanta ver o participar en todas y cada una de nuestras procesiones, soy costalero del Cristo de la Sangre, Hermano de la Penitencia, he puesto mi hombro debajo de la Soledad de la Curia y no falto el Viernes Santo a la subida al Calvario y gozar de la bellísima procesión del Resucitado», concluyó.
Con esta palabras finalizó anoche su pregón el alcalde, Francisco Jódar Alonso, en una iglesia de San Mateo repleta de lorquinos de todos los colores, en la que las banderas de las cofradías ocupaban lugar destacado junto con la enseña de la ciudad que había accedido al templo a los sones del Himno a Lorca, interpretado por la Banda Municipal.
El pregonero habló de la Semana Santa desde su corazón de procesionista, desde sus propias vivencias personales, ya que fue presídente del Paso Encarnado, cofradía a la que dijo pertenecer «por nacimiento y por tradición». También, en otro pasaje de su discurso, recordó su condición de «blanco, y gran parte de mis mejores amigos son azules, y con ellos comparto todos los años un momento especialmente bello y emotivo: la serenata a la Virgen de los Dolores».
Rasgos definitorios
Jódar dijo inicialmente «aquí estoy, entrañables ciudadanos de esta Lorca ancha de cuerpo y alma, esforzados cofrades de los Pasos lorquinos; vengo a pregonar porque así lo habéis decidido los presidentes de las cofradías, y porque para cualquier lorquino es un honor aceptar tal encargo».
Para añadir que «yo vengo hoy, como lorquino apasionado, fronterizo y exaltado, como procesionista plenamente convencido, a pregonar nuestra particular manifestación de religiosidad popular, a decir a todos cuantos quieran oírme que sólo una es llamada Ciudad del Sol y que bajo ese mismo sol, en primavera, la gente de Lorca sigue siendo capaz de desplegar toda aquella magnificencia que Salvador Rueda supo sintetizar espléndidamente en los tercetos finales de su muy conocido poema: /Ángeles, Patriarcas, Dignidades,/ Símbolos y Divinas Majestades,/ pasan entre oleajes de grandeza./ Y asombra aquel desfile nucna visto,/cual si la fiesta consagrada a Cristo/ ¡fuese el Juicio Final de la Belleza!».
Para el pregonero, cuatro son los rasgos definitorios de la tradición sobre la que descansa la Semana Santa lorquina: «Una devoción sincera y profunda, representaciones bíblicas en uno de los más hermosos espectáculos sacros españoles, el preciosismo del bordado y la participación entusiasta de un pueblo».
Al desarrollar estos cuatro aspectos, el pregonero hizo historia y justificó en esa devoción tradicional, el poder entender mejor «los vivas, las palmas, la emoción en lágrima viva y los requiebros verbales, casi galantes, que se alzan entre pañuelos a la Virgen de la Soledad, de la Piedad, de los Dolores, de la Amargrua, de la Encarnación, nuestras Vírgenes, que son tantas y una al mismo tiempo».
Y añadió que «sólo así es comprensible la piedad telúrica, el magnetismo emocional inexplicable que siguen provocando las más crudas imágenes de Cristo inmerso en su Pasión, y que recuerdan de modo preciso la angustia en el huerto de los olivos, la sumisión del Cristo del Rescate en su prendimiento, la resignación del Señor de la Penitencia cuando fue azotado y ultrajado, la agonía de Jesús Nazareno, Cristo del Perdón, camino del Gólgota, el desgarro final del Crucificado, Cristo de la Sangre, mirando al cielo en su agonía, y la paz del Cristo Yecente que ha entregado su vida, momento cumbre de la Redención».
'Una Biblia ambulante'
Otra de las notas definitorias la resume Jódar «en esa Jerusalén en que Lorca se convierte como si de una gran tramoya se tratara, esas representaciones bíblicas que desde hace tantos años son la más atractiva cara de nuestras procesiones, calificadas por Asensio Sáez como la Biblia ambulante». Y se detuvo en recordar todo el proceso histórico de desarrollo y enriquecimiento del cortejo hasta nuestros días.
Concluyó el pregonero esta fase de su intervención diciendo que «podrán hoy los historiadores señalar aciertos y desatinos del pasado; cualquiera podría invocar la pureza de la tradición y mil y una incomprensiones y desafueros; se podría traer a colación eso y mucho más, y nada empañaría mínimamente la belleza formal y el complejo contenido religioso de unas procesiones hechas aquí a nuestro modo, con excesos, con contrastes, con pasiones inconcebibles que se traducen en gestos, expresiones y actos insólitos aprendidos de nuestros mayores».
El pregonero entró después en lo que considera el tercer rasgo definitorio, el bordado. «Si dos Pasos ha habido siempre en lo tocante a rivalidad, también para siempre quedaron fijados los nombres de de Cayuela y Felices, como dos portentos azul y blanco, respectivamente, dos personas con las que Lorca aún mantiene una deuda de reconocimiento».
Ellos, añadió Jódar, «dirigieron acertadamente las manos de unas bordadoras lorquinas a las que un monumento agradece tanta entrega. El bordado lorquino es gracias a ellas una marca de calidad, una denominación de origen por la que hay que trabajar en serio potenciando su aprecio fuera y dentro de nuestra ciudad. Sé que es esta una tarea pendiente y una demanda que hay que afrontar con urgencia».
Entusiasmo popular
El pregonero completó su visión del marco de esencias de las procesiones lorquinas con lo que denominó «participación entusiasta de un pueblo. Sin esa movilizació colectiva nada de esto sería lo que es». Para añadir que «para nuestra Semana Santa cada aportación personal es imprescindible, y las hay de todas clases. Hay mayordomos que prevén y cuidan cada aspecto del desfile; hay figurantes en carrozas, carros, a caballo y a pie; hay intérpretes de música cofrade que soportan fríos invernales en los ensayos para llenar con sus sones las tardes encendidas de esa Pasión diferente; hay quienes saben poner flores en los tronos, maquillar, vestir y peinar a cada personaje; otros conocen a dónde acudir para encontrar los caballos necesarios; los hay que reparan atalajes y arreos, o que limpian y cuidan atrezzo y carros y carrozas; dan puntadas otros a última hora, o componen apresuradamente capetas, faldones y petos...».
La parte final de su pregón la dedicó Francisco Jódar a reflejar algunas de las vivencias personales que ha experimentado en torno a las procesiones lorquinas. «Los lorquinos tenemos esa querencia especial y desmedida por nuestras procesiones y no nos produce empacho decirlo allí donde haya ocasión».
«Me encanta ver o participar en todas y cada una de nuestras procesiones, soy costalero del Cristo de la Sangre, Hermano de la Penitencia, he puesto mi hombro debajo de la Soledad de la Curia y no falto el Viernes Santo a la subida al Calvario y gozar de la bellísima procesión del Resucitado», concluyó.
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