Cespa asegura que el desmonte estuvo controlado y se hizo sin riesgos para los obreros, aunque Ecologistas en Acción dice que está al límite y fue un accidente
M. MADRID / La Opinión
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Cespa achacó ayer a los últimos terremotos de 3,2 y 2,7 grados en la escala Richter en Lorca y Cabo de Palos el desplome de una montaña de basura en el vertedero municipal de Cañada Hermosa. Según informó ayer un portavoz de la compañía, el pasado lunes se detectó una grieta que hizo saltar las alarmas del equipo de mantenimiento, que decidió proceder al "desmonte controlado" de parte del talud Este, uno de los depósitos donde se realiza la recepción de toneladas de basuras que llegan a esta instalación municipal.
Cespa asegura que se adoptaron todas las medidas de seguridad necesarias, que se informó "inmediatamente" a las autoridades competentes y que en ningún momento se puso en riesgo la salud de los trabajadores. El desmonte se produjo el lunes sobre las seis de la mañana, aunque no fue hasta ayer cuando la empresa informó a raíz de las denuncias de los ecologistas.
El 8 de mayo de 2005, un empleado del vertedero de Abanilla falleció tras quedar sepultado tras el derrumbe de una montaña de detritus y, al igual que ahora, también se asoció a un movimiento sísmico en Torrevieja. Con el recuerdo de aquel suceso en mente, la versión que ofrecía ayer Joaquín Pastor, miembro de Ecologistas en Acción, es completamente opuesta: "Aquí no se ha controlado nada y podían haber muerto cinco o seis trabajadores. Lo único cierto es que ha reventado un vaso del vertedero porque está al límite de su capacidad". Según Pastor, todos los días entran 15 millones de kilos de residuos de la planta de Ulea, más todos los que genera el municipio de Murcia. "La basura no ha caído de golpe", decía ayer Pastor, que aseguraba que al detectar la grieta se decidió tapar la basura con dos camiones de tierra, aunque poco después la montaña de basura se desmoronó cayendo sobre una balsa donde van a parar líquidos nocivos capaces de contaminar suelos y aguas (lixiviados).
Cespa negó ayer completamente esta versión y aclaró que tras observar la evolución de la grieta se decidió proceder al desmonte controlado del talud para evitar riesgos sobre los trabajadores y sobre el medio ambiente. Así, según Cespa, la basura se dirigió hacia una celda contigua que se encontraba preparada para la recepción de residuos y que dispone de todos los niveles de calidad exigidos.
El derrumbe de la montaña no afectó a la recepción y tratamiento de basuras en la planta, que ha seguido trabajando con normalidad.
Cespa asegura que se adoptaron todas las medidas de seguridad necesarias, que se informó "inmediatamente" a las autoridades competentes y que en ningún momento se puso en riesgo la salud de los trabajadores. El desmonte se produjo el lunes sobre las seis de la mañana, aunque no fue hasta ayer cuando la empresa informó a raíz de las denuncias de los ecologistas.
El 8 de mayo de 2005, un empleado del vertedero de Abanilla falleció tras quedar sepultado tras el derrumbe de una montaña de detritus y, al igual que ahora, también se asoció a un movimiento sísmico en Torrevieja. Con el recuerdo de aquel suceso en mente, la versión que ofrecía ayer Joaquín Pastor, miembro de Ecologistas en Acción, es completamente opuesta: "Aquí no se ha controlado nada y podían haber muerto cinco o seis trabajadores. Lo único cierto es que ha reventado un vaso del vertedero porque está al límite de su capacidad". Según Pastor, todos los días entran 15 millones de kilos de residuos de la planta de Ulea, más todos los que genera el municipio de Murcia. "La basura no ha caído de golpe", decía ayer Pastor, que aseguraba que al detectar la grieta se decidió tapar la basura con dos camiones de tierra, aunque poco después la montaña de basura se desmoronó cayendo sobre una balsa donde van a parar líquidos nocivos capaces de contaminar suelos y aguas (lixiviados).
Cespa negó ayer completamente esta versión y aclaró que tras observar la evolución de la grieta se decidió proceder al desmonte controlado del talud para evitar riesgos sobre los trabajadores y sobre el medio ambiente. Así, según Cespa, la basura se dirigió hacia una celda contigua que se encontraba preparada para la recepción de residuos y que dispone de todos los niveles de calidad exigidos.
El derrumbe de la montaña no afectó a la recepción y tratamiento de basuras en la planta, que ha seguido trabajando con normalidad.
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