El miedo colectivo, unido a los altos alquileres, son los responsables
31.05.09 -
RUTH HERNÁNDEZ MURCIA/ La Verdad
Un ensayista francés, André Maurois, escribió que «el miedo es el más peligroso de los sentimientos colectivos». Los comerciantes intentan manejar su navío, a merced de la crisis. No obstante, su mayor enemigo no es la situación económica, sino la alarma social y el miedo masivo que engorda las flacas arcas de los hogares.
Medio centenar de comercios, distribuidos entre las calles más céntricas del casco antiguo, han bajado la persiana en tiempos de crisis. La Verdad ha recorrido doce calles, cuatro de las plazas más concurridas del centro de la ciudad (Santo Domingo, Romea, Hernández Amores y Cetina) y dos bulevares para hablar con los responsables de los negocios. De la totalidad de estos cierres, 16 locales pertenecen a los bulevares Cetina (cinco y una próxima apertura) y Trapería (once). La emblemática calle Trapería tiene dos comercios menos y otros dos se han trasladado. En Platería se repite el mismo número de cierres, más un traslado y diversos bajos que llevan mucho tiempo sin actividad, independientemente de la crisis. En la animada calle Jabonerías una tienda de decoración del hogar, al igual que su gemela en el centro comercial Thader, y una peluquería canina han quitado el cartel de abierto, y tres locales están liquidando por traslado o cierre.
La joyería Antonio Olivares, en Jabonerías, vende todo su stock a precio de coste. «Es por la crisis. Desde el pasado verano descendieron tanto las ventas -entre el 70% y el 80%- que teníamos que ir sacando de nuestros propios recursos para poder seguir viviendo», declaró su propietario. «Es la psicosis de la gente por no comprar. Desde que hemos puesto el cartel, estamos vendiendo muchísimo. Hemos pasado de una temporada bastante mala, a otra muy buena. Al haber oportunidad, te das cuenta de que la gente sigue comprando y celebrando aniversarios, santos y cumpleaños», agregó.
Otro hándicap es el precio de los alquileres. A pesar de la crisis, no han bajado los altos precios aunque muchos se han quedado sin inquilinos. «Aunque el alquiler es alto, una bajada en el precio no sería suficiente para poder seguir con el ritmo de ventas que nos obliga a cerrar», expresó Olivares. «Empezó mi padre en el oficio en 1926. Somos cuatro hermanos y tenemos siete establecimientos, pero no pienso seguir con la joyería. Lo estoy liquidando todo para no volver. Tendremos la joyería abierta hasta el verano para vender todo lo que podamos. Lo que nos interesa es recuperar la inversión que hemos hecho», concluyó.
Muchos otros no son tan considerados. «Los dueños de los locales se creen que tienen una mina de oro y la mina ya se ha acabado», manisfestó Paco Meseguer, dueño de la tienda de ropa M53. «He intentado negociar con el dueño del local y me quería subir el precio, aun estando en esta época tan mala para la economía. No quiero trabajar para él. Llevo catorce años con la tienda. Es triste estar bien en un lugar, donde te has hecho una buena clientela, y que te tengas que ir así. Nos trasladamos al número ocho de Jabonerías», agregó.
Traslados
Consecuentemente, una realidad de los comercios actuales es la emigración a otros bajos por el precio del alquiler. «Antes de asfixiarnos del todo, cambiamos de lugar, y ya veremos qué pasa», comentó el propietario de un negocio, que ha tenido que reubicarlo en otra calle de la ciudad.
La manera de comprar también ha cambiado. Ahora la gente es más egoísta a la hora de gastar su dinero. «El regalo se vende menos. Ahora la gente compra más para uno mismo. Están asustados. No compran nada, no salen a cenar y tienen que ahorrar a la fuerza», comentó Baltasar, dueño de la tienda de regalos Tokio, que ha tenido que cambiar de local. «En las franquicias se gastan mucho dinero. Aquí, como no es franquicia, parece que les cuesta comprar», añadió.
Las tiendas de regalos han ido evolucionando a la par que el consumo. Antes, los detalles y regalos inundaban las estanterías. Ahora, la ropa y los complementos son los protagonistas de las tiendas. Muchas han desechado vender otros artículos más allá de bolsos, vestidos y bisutería. Un claro ejemplo de esto es la tienda Carrel, en Trapería. Inma, encargada la tienda, afirmó que la transformación «ha sido progresiva. La crisis ha hecho que sólo vendamos ropa y complementos. Para regalar, ya no tenemos casi nada».
Sin embargo, siempre hay alguien que ve la oportunidad. De un tiempo a esta parte, numerosas tiendas pequeñísimas han brotado de la crisis. Estos locales venden bisutería o baratijas, como dice la gente. «Complementos baratos para estar guapos», dicen unas clientas. Todo a dos es una de las empresas que ha sabido dar frutos en mitad de la sequía económica.
Inestabilidad en todos los frentes. Ese es el diagnóstico. Ojalá los capitanes que resisten en esta tormenta lleguen a buen puerto o, al menos, aguanten el timón hasta que cese la tempestad.
31.05.09 -
RUTH HERNÁNDEZ MURCIA/ La Verdad
Un ensayista francés, André Maurois, escribió que «el miedo es el más peligroso de los sentimientos colectivos». Los comerciantes intentan manejar su navío, a merced de la crisis. No obstante, su mayor enemigo no es la situación económica, sino la alarma social y el miedo masivo que engorda las flacas arcas de los hogares.
Medio centenar de comercios, distribuidos entre las calles más céntricas del casco antiguo, han bajado la persiana en tiempos de crisis. La Verdad ha recorrido doce calles, cuatro de las plazas más concurridas del centro de la ciudad (Santo Domingo, Romea, Hernández Amores y Cetina) y dos bulevares para hablar con los responsables de los negocios. De la totalidad de estos cierres, 16 locales pertenecen a los bulevares Cetina (cinco y una próxima apertura) y Trapería (once). La emblemática calle Trapería tiene dos comercios menos y otros dos se han trasladado. En Platería se repite el mismo número de cierres, más un traslado y diversos bajos que llevan mucho tiempo sin actividad, independientemente de la crisis. En la animada calle Jabonerías una tienda de decoración del hogar, al igual que su gemela en el centro comercial Thader, y una peluquería canina han quitado el cartel de abierto, y tres locales están liquidando por traslado o cierre.
La joyería Antonio Olivares, en Jabonerías, vende todo su stock a precio de coste. «Es por la crisis. Desde el pasado verano descendieron tanto las ventas -entre el 70% y el 80%- que teníamos que ir sacando de nuestros propios recursos para poder seguir viviendo», declaró su propietario. «Es la psicosis de la gente por no comprar. Desde que hemos puesto el cartel, estamos vendiendo muchísimo. Hemos pasado de una temporada bastante mala, a otra muy buena. Al haber oportunidad, te das cuenta de que la gente sigue comprando y celebrando aniversarios, santos y cumpleaños», agregó.
Otro hándicap es el precio de los alquileres. A pesar de la crisis, no han bajado los altos precios aunque muchos se han quedado sin inquilinos. «Aunque el alquiler es alto, una bajada en el precio no sería suficiente para poder seguir con el ritmo de ventas que nos obliga a cerrar», expresó Olivares. «Empezó mi padre en el oficio en 1926. Somos cuatro hermanos y tenemos siete establecimientos, pero no pienso seguir con la joyería. Lo estoy liquidando todo para no volver. Tendremos la joyería abierta hasta el verano para vender todo lo que podamos. Lo que nos interesa es recuperar la inversión que hemos hecho», concluyó.
Muchos otros no son tan considerados. «Los dueños de los locales se creen que tienen una mina de oro y la mina ya se ha acabado», manisfestó Paco Meseguer, dueño de la tienda de ropa M53. «He intentado negociar con el dueño del local y me quería subir el precio, aun estando en esta época tan mala para la economía. No quiero trabajar para él. Llevo catorce años con la tienda. Es triste estar bien en un lugar, donde te has hecho una buena clientela, y que te tengas que ir así. Nos trasladamos al número ocho de Jabonerías», agregó.
Traslados
Consecuentemente, una realidad de los comercios actuales es la emigración a otros bajos por el precio del alquiler. «Antes de asfixiarnos del todo, cambiamos de lugar, y ya veremos qué pasa», comentó el propietario de un negocio, que ha tenido que reubicarlo en otra calle de la ciudad.
La manera de comprar también ha cambiado. Ahora la gente es más egoísta a la hora de gastar su dinero. «El regalo se vende menos. Ahora la gente compra más para uno mismo. Están asustados. No compran nada, no salen a cenar y tienen que ahorrar a la fuerza», comentó Baltasar, dueño de la tienda de regalos Tokio, que ha tenido que cambiar de local. «En las franquicias se gastan mucho dinero. Aquí, como no es franquicia, parece que les cuesta comprar», añadió.
Las tiendas de regalos han ido evolucionando a la par que el consumo. Antes, los detalles y regalos inundaban las estanterías. Ahora, la ropa y los complementos son los protagonistas de las tiendas. Muchas han desechado vender otros artículos más allá de bolsos, vestidos y bisutería. Un claro ejemplo de esto es la tienda Carrel, en Trapería. Inma, encargada la tienda, afirmó que la transformación «ha sido progresiva. La crisis ha hecho que sólo vendamos ropa y complementos. Para regalar, ya no tenemos casi nada».
Sin embargo, siempre hay alguien que ve la oportunidad. De un tiempo a esta parte, numerosas tiendas pequeñísimas han brotado de la crisis. Estos locales venden bisutería o baratijas, como dice la gente. «Complementos baratos para estar guapos», dicen unas clientas. Todo a dos es una de las empresas que ha sabido dar frutos en mitad de la sequía económica.
Inestabilidad en todos los frentes. Ese es el diagnóstico. Ojalá los capitanes que resisten en esta tormenta lleguen a buen puerto o, al menos, aguanten el timón hasta que cese la tempestad.
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