viernes, 15 de octubre de 2010

Una jumillana es asesinada por su esposo por estar con evangelistas

La Benemérita encontró una carta que el agresor llevó un mes en el bolsillo, en la que tilda de «secta» al grupo religioso al que pertenecía la mujer
15.10.10 - 02:11 - JESÚS FERNÁNDEZ | BENEJÚZAR./ la Verdad
Una carta ensangrentada y perfectamente colocada en su cartera, con el fin de que la encontrara la primera persona que entrara en el número 10 de la calle Cayetano Duréndez. Y así fue. La misiva fue lo primero que vieron los agentes de la Benemérita de Jacarilla y Almoradí en medio de esa escena dantesca que, supuestamente, preparó José Moreno momentos después de disparar a su mujer, Rosa Larrosa Cortés. Fueron dos disparos a la cabeza, que la dejaron tendida en el pasillo de la vivienda familiar.
Consciente de la acción homicida que, presuntamente, acababa de cometer, el cabeza de familia se sentó en un sillón del salón, colocó la nota en el interior de su cartera y se descerrajó un tiro en la sien con la misma pistola, una 9 mm. Parabellum, con la que momentos antes había supuestamente acabado con la vida de su esposa.
La carta que José Moreno había dejado para que la leyeran sus hijos y los agentes, fechada el pasado 15 de septiembre -hoy se cumple justo un mes-, ya anunciaba que acabaría con su mujer y con su propia vida. Las razones para el asesinato, según fuentes de la investigación, las atribuía el presunto autor a la vinculación de su familia con la Iglesia Evangelista, a la que pertenecían su mujer y sus cinco hijos, y que José consideraba «una secta». En el texto, muestra además su desagrado con la vida que llevaba y con la relación que mantenía con su mujer.
La carta, que ha sido examinada con detenimiento por agentes de la brigada judicial de la Guardia Civil, recoge que los propios hijos de la pareja le pidieron al padre que se separara de su madre, e incluso relata su autor que vivía «amargado».
En el texto, Moreno, que tenía 55 años y era natural de Monforte del Cid, explica que estaba muy «dolido» con la actitud de sus hijos, a los que también reprocha su cercanía a la iglesia Evangelista, y trata de justificar que todo lo que estaba haciendo era para que a su familia no le faltara de nada. En un determinado momento también deplora que sus hijos estén bautizados, mientras que él mismo no lo estaba.
Según sus palabras, desde que su familia se integró en el colectivo evangelista le habían hecho la vida imposible, y se muestra dolido porque su esposa e hijos entregaran dinero a esta comunidad religiosa, algo que él rechazaba de plano, puesto que no estaba dispuesto a trabajar todos los días de la semana para que su familia entregara los beneficios a los evangelistas.
José Moreno terminó de esa forma su declaración de intenciones, que el miércoles por la noche acabó cumpliendo, con una despedida en la que pedía «a todos» los que le conocían que rezaran un Padrenuestro por su alma.
Una buena casa
La casa en la que José Moreno presuntamente asesinó a su mujer, Rosa Larrosa, natural de Jumilla y de 49 años, se encontraba en perfecto orden, según fuentes próximas a la investigación del caso, y fue así como la encontró primero una de las hijas del matrimonio y, más tarde, los agentes de la Guardia Civil. En el interior de la vivienda los muebles estaban «impecables», según revelaron a este periódico algunas personas que han tenido acceso a la casa, que incluso matizaron que en el «enorme» salón había una televisión de plasma de al menos 50 pulgadas y la ropa de los armarios estaba en orden, «y todo muy limpio y cuidado», matizaron los mismos informadores. Además, ha quedado confirmado que tanto José como Rosa tenían antecedentes penales desde hace años por diversos delitos contra la salud pública por tráfico de drogas, y que ella nunca presentó denuncias contra su marido por la existencia de presuntos malos tratos.
La brigada judicial de la Benemérita continuó ayer recabando pruebas en el domicilio familiar, en Benejúzar, donde se vivieron escenas de dolor de los familiares que ayer fueron llegando a la casa. De nuevo, hasta media docena de vehículos de la Guardia Civil custodiaron las inmediaciones del lugar de los hechos, en previsión de que se pudieran registrar incidentes o algún choque entre los clanes familiares, lo que en ningún momento llegó a ocurrir.
Y todo ello, rodeado de una enorme expectación levantada por la decena de cámaras de todas las televisiones nacionales, regionales y comarcales que se dieron cita en la esquina de la calle Cayetano Duréndez. Durante toda la mañana de ayer el número de curiosos que se acercaron al lugar de los hechos no descendió de la treintena, la mayoría vecinos del pueblo que cruzaban conversaciones en las que decían conocer a unos hijos u otros, o que vivían en tal sitio o estaban casados con tal otra.
Pero el comentario más extendido entre quienes decían ayer conocerles, era que se trataba de una familia «normal» o de «buenas personas y trabajadoras», pero flotaba en el ambiente esa sensación de que todos imaginaban que lo ocurrido podía pasar debido a que eran conocedores de los enfrentamientos frecuentes y las amenazas que ambos se cruzaban.

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