Miles de personas aplaudieron al paso de las plataformas costumbristas que recreaban antiguos oficios
M. DE LA VIEJA MURCIA/ La Verdad
M. DE LA VIEJA MURCIA/ La Verdad
La Verdad
El desfile más tradicional de las Fiestas de Primavera, el Bando de la Huerta, tomó ayer la ciudad como un balamío de música, bailes y costumbrismo. La Federación de Peñas Huertanas sacó un desfile compuesto por más de cuarenta carrozas, entre ellas dieciocho plataformas en las que se recreaban las distintas labores tradicionales de la vida huertana.
Tras el grupo de motos Guzzi, muestra que recuerda a las máquinas que desplazaron de los carriles de la huerta a bicicletas y caballerías, como vehículo moderno y utilitario, iba la carroza del Perráneo, esperfollando bandos en panocho, «pa el buen gobierno del presonal».
Gigantes y cabezudos, grupo de dulzainas, banderas y banderines abrieron paso a la representación de la peña El Carro de Torreagüera, que mostró una gran variedad de carruajes, algunos tirados por hermosos caballos percherones, otros por pequeños ponis, sin faltar el clásico burro o el tiro de mulas.
Hubo quien desfiló sobre un trillo, como si estuviera en la misma era. José María Vela Urrea salió repartiendo su ya veterano periódico de la huerta, el que sale una vez al año. También desfiló Francisco Buendía, a lomos de su búfalo amaestrado. Detrás iban Los Señas, de Los Dolores de Alicante, con cinco bueyes amaestrados, que se arrodillaban al son del himno nacional.
Tras el cesto gigante de flores, comenzó el desfile de la parte costumbrista del Bando, la más alegre y vistosa, por la variedad de oficios que se representan, de costumbres y de estampas tradicionales.
El grupo de baile Virgen de la Fuensanta, de la peña La Panocha, sacó una plataforma alusiva a su cincuenta aniversario. Detrás, una rondalla y el coro de dicho grupo, perteneciente en la actualidad a San Isidro-La Panocha, por fusión de ambas peñas, que hicieron una excelente demostración de los bailes regionales.
Entre los oficios que ayer se recrearon estaba el del arropiero. Hasta los años cincuenta se les vió por la ciudad, con sus burros cargados de arrope y calabazate. Ayer daba a probar su dulce mercancía al público.
Tampoco fatló el trapero o hilero, como se le llamaba en la huerta, con sus remolinos de viento, para encandilar a los niños, sus piezas de loza para cambiarlos por trapos viejos. Panaderas de Zeneta, carretones de aguador, y la carroza de los gusanos de seda, tripulada por guapas huertanas y que rememora el tiempo en que la seda era el recurso más importante de muchas familias murcianas.
No faltó la tradicional plataforma del horno moruno, con mujeres amasando en la artesa ni la carroza que recreaba el lavado en el río. Los de la peña El Almendro la tripulaban y se ocuparon de las demostraciones folclóricas, junto al Floristero de Patiño.
Desde Totana llegó la coral Santa Cecilia y el grupo folclórico Santiago; detrás iba la carroza del aljibe y la de la fragua, con su yunque a pleno rendimiento.
Labores del esperfollo, de trilla, el recovero y la vendimia también se mostraron a lo largo del recorrido.
El desfile más tradicional de las Fiestas de Primavera, el Bando de la Huerta, tomó ayer la ciudad como un balamío de música, bailes y costumbrismo. La Federación de Peñas Huertanas sacó un desfile compuesto por más de cuarenta carrozas, entre ellas dieciocho plataformas en las que se recreaban las distintas labores tradicionales de la vida huertana.
Tras el grupo de motos Guzzi, muestra que recuerda a las máquinas que desplazaron de los carriles de la huerta a bicicletas y caballerías, como vehículo moderno y utilitario, iba la carroza del Perráneo, esperfollando bandos en panocho, «pa el buen gobierno del presonal».
Gigantes y cabezudos, grupo de dulzainas, banderas y banderines abrieron paso a la representación de la peña El Carro de Torreagüera, que mostró una gran variedad de carruajes, algunos tirados por hermosos caballos percherones, otros por pequeños ponis, sin faltar el clásico burro o el tiro de mulas.
Hubo quien desfiló sobre un trillo, como si estuviera en la misma era. José María Vela Urrea salió repartiendo su ya veterano periódico de la huerta, el que sale una vez al año. También desfiló Francisco Buendía, a lomos de su búfalo amaestrado. Detrás iban Los Señas, de Los Dolores de Alicante, con cinco bueyes amaestrados, que se arrodillaban al son del himno nacional.
Tras el cesto gigante de flores, comenzó el desfile de la parte costumbrista del Bando, la más alegre y vistosa, por la variedad de oficios que se representan, de costumbres y de estampas tradicionales.
El grupo de baile Virgen de la Fuensanta, de la peña La Panocha, sacó una plataforma alusiva a su cincuenta aniversario. Detrás, una rondalla y el coro de dicho grupo, perteneciente en la actualidad a San Isidro-La Panocha, por fusión de ambas peñas, que hicieron una excelente demostración de los bailes regionales.
Entre los oficios que ayer se recrearon estaba el del arropiero. Hasta los años cincuenta se les vió por la ciudad, con sus burros cargados de arrope y calabazate. Ayer daba a probar su dulce mercancía al público.
Tampoco fatló el trapero o hilero, como se le llamaba en la huerta, con sus remolinos de viento, para encandilar a los niños, sus piezas de loza para cambiarlos por trapos viejos. Panaderas de Zeneta, carretones de aguador, y la carroza de los gusanos de seda, tripulada por guapas huertanas y que rememora el tiempo en que la seda era el recurso más importante de muchas familias murcianas.
No faltó la tradicional plataforma del horno moruno, con mujeres amasando en la artesa ni la carroza que recreaba el lavado en el río. Los de la peña El Almendro la tripulaban y se ocuparon de las demostraciones folclóricas, junto al Floristero de Patiño.
Desde Totana llegó la coral Santa Cecilia y el grupo folclórico Santiago; detrás iba la carroza del aljibe y la de la fragua, con su yunque a pleno rendimiento.
Labores del esperfollo, de trilla, el recovero y la vendimia también se mostraron a lo largo del recorrido.
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