La protección del pecio se mejora con unas sondas que permiten hacer un seguimiento de la conservación de la nave en la playa de La Isla
18.04.09 -
MIGUEL RUBIO MAZARRÓN/ La Verdad
18.04.09 -
MIGUEL RUBIO MAZARRÓN/ La Verdad
La principal advertencia: no debe exponerse al sol. Además, ha recibido un tratamiento reconstituyente, y tiene conectadas unas sondas para vigilar su evolución. Pero no se trata de un enfermo, ni son médicos los encargados de su cuidado. El destinatario de tantos mimos es el barco fenicio que yace en el fondo de la playa de La Isla, en Mazarrón, desde su naufragio hace 2.700 años. Y esta joya de la arqueología subacuática se lo merece, porque se trata del barco completo más antiguo (siglo VII antes de Cristo) que se conserva bajo las aguas. Sólo el pecio de Ma'agan Mikael, en Israel, podría hacerle sombra, ya que también ha llegado íntegro hasta nuestros días, aunque es más moderno (unos 2.500 años).
Pese al tiempo transcurrido, el pecio de Mazarrón goza de una salud envidiable. Así lo ha comprobado el equipo de expertos que ha participado en la última actuación llevada a cabo en el barco hundido. Su estado de conservación es «muy bueno», según asegura la arqueóloga Rocío Castillo, del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua), en Cartagena. Desde la excavación del pecio hace ahora una década, cuando el yacimiento quedó protegido dentro de una caja fuerte, ésta ha sido la campaña de mayor envergadura acometida sobre la nave hundida. Han participado una veintena de profesionales, entre arqueólogos, químicos, restauradores, técnicos de imagen y buzos, durante cuatro meses, comprendidos entre finales del 2007 y principios del 2008.
Los resultados, que ahora se recopilan para la memoria científica, han sido tranquilizadores, pues la embarcación sigue intacta en el lecho marino, a unos dos metros de profundidad, dentro de su sepulcro metálico. Con todo, la nave ha necesitado de unas pequeñas labores de mantenimiento. Los restauradores han reforzado con resina y silicona las partes más débiles del casco del pecio, que mide 8,10 metros de eslora y 2,25 de manga, y que fue construido con cuatro tipos de maderas: ciprés (para la quilla), pino carrasco (tracas), higuera (cuadernas) y olivo (para las lengüetas y los pasadores). «Se trata de unos restos delicados, con una antigüedad de 2.700 años y necesitaban unas pequeñas intervenciones para garantizar su conservación», explica Castillo, una de los cuatro arqueólogos codirectores de los trabajos. Por ejemplo, se ha reforzado la parte de la bancada, y se ha consolidado con unas agujas una de las cuadernas, que presentaba un mayor deterioro. Una labor casi de cirujanos.
La 'caja fuerte'
Prueba del máximo cuidado que requiere el barco fenicio es que debe protegerse de los rayos del sol y de las corrientes marinas. El pecio ha permanecido durante siglos aislado bajo la arena de la playa, y cualquier cambio en las condiciones ambientales puede resultar fatal. Arqueólogos y restauradores han trabajado paso a paso. La cajafuerte, diseñada por Iván Negueruela, ex director del museo cartagenero, está formada por unas vigas que sustentan unas chapas de un metro cuadrado cada una. Así, sólo se desmontaba la zona donde se iba a trabajar, para no descubrir el resto. Y una vez concluidas las labores, se volvía a cerrar.
La estructura metálica que envuelve el barco sólo se desmontó por completo el tiempo imprescindible para fotografiar y filmar el barco en su conjunto. Este material de imágenes no sólo ha servido para completar la documentación del yacimiento: también se ha empleado como base para realizar una réplica a tamaño real de la embarcación, que ahora es una de las piezas estrella del nuevo museo de arqueología, inaugurado por la Infanta Cristina en noviembre pasado. Con las filmaciones se ha confeccionado un documental que se proyecta en este moderno centro, en el muelle de Alfonso XII.
La campaña ha servido además para reparar la cajafuerte. Este sistema de protección del pecio es de acero, y ahora se ha reforzado con más tratamiento anticorrosivo, al mismo tiempo que se han reemplazado algunas piezas, ya deterioradas, por otras nuevas.
Pero la misión arqueológica no acabó ahí. Los expertos han aprovechado para colocar unas sondas de polietileno que a partir de ahora serán una herramienta clave para velar por el mantenimiento en perfectas condiciones del pecio. Estos tubos permiten tomar muestras de agua del interior de la cajafuerte, que luego se analizan en el laboratorio. Así es posible detectar cualquier cambio que pueda alterar la conservación de la nave fenicia. «Es una forma de controlar las condiciones ambientales y monitorizar la conservación del barco», detalla Rocío Castillo.
Este seguimiento de la embarcación es fundamental porque de momento se desconoce cuánto tiempo permanecerá bajo el agua. La arqueóloga del museo indica que extraer el barco fenicio con todas las garantías es «viable», desde el punto de vista técnico, pero aún no se dispone de los medios económicos ni de los recursos humanos.
Además del elevado coste económico de la operación para reflotar el pecio -que ya en el año 2005 se cifró en 360.000 euros-, esta experta señala que para restaurar la madera del barco se requiere de unas instalaciones especiales, de las que en la actualidad el museo nacional carece. Aunque, eso sí, el Ministerio de Cultura parece que está en ello. El PSOE ha anunciado en el Congreso de los Diputados que el Gobierno ya estudia ampliar las instalaciones del museo con un laboratorio húmedo donde poder acometer esa delicada tarea.
Así que a falta de un emplazamiento cien por cien seguro para el barco fenicio, lo mejor es dejarlo donde está: en su colchón de arena y bajo un sepulcro de acero. No obstante, si algún día se decide sacarlo a la superficie, serán de gran ayuda los conocimientos amasados durante la extracción del llamado Mazarrón I, los restos del primero de los dos barcos fenicios localizados en el yacimiento de La Isla. Entre 1993 y 1995, se reflotó parte de la quilla y nueve tablones incompletos del casco, además de otros fragmentos de cuadernas. Iván Negueruela ideó un novedoso sistema: envolvió las distintas partes de la nave con una mezcla de silicona, formando una capa protectora antes de sacarlas. Las piezas fueron extraídas sin sufrir daños. Tras un laborioso proceso de restauración, hoy pueden admirarse en las salas del Arqua.
Pese al tiempo transcurrido, el pecio de Mazarrón goza de una salud envidiable. Así lo ha comprobado el equipo de expertos que ha participado en la última actuación llevada a cabo en el barco hundido. Su estado de conservación es «muy bueno», según asegura la arqueóloga Rocío Castillo, del Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua), en Cartagena. Desde la excavación del pecio hace ahora una década, cuando el yacimiento quedó protegido dentro de una caja fuerte, ésta ha sido la campaña de mayor envergadura acometida sobre la nave hundida. Han participado una veintena de profesionales, entre arqueólogos, químicos, restauradores, técnicos de imagen y buzos, durante cuatro meses, comprendidos entre finales del 2007 y principios del 2008.
Los resultados, que ahora se recopilan para la memoria científica, han sido tranquilizadores, pues la embarcación sigue intacta en el lecho marino, a unos dos metros de profundidad, dentro de su sepulcro metálico. Con todo, la nave ha necesitado de unas pequeñas labores de mantenimiento. Los restauradores han reforzado con resina y silicona las partes más débiles del casco del pecio, que mide 8,10 metros de eslora y 2,25 de manga, y que fue construido con cuatro tipos de maderas: ciprés (para la quilla), pino carrasco (tracas), higuera (cuadernas) y olivo (para las lengüetas y los pasadores). «Se trata de unos restos delicados, con una antigüedad de 2.700 años y necesitaban unas pequeñas intervenciones para garantizar su conservación», explica Castillo, una de los cuatro arqueólogos codirectores de los trabajos. Por ejemplo, se ha reforzado la parte de la bancada, y se ha consolidado con unas agujas una de las cuadernas, que presentaba un mayor deterioro. Una labor casi de cirujanos.
La 'caja fuerte'
Prueba del máximo cuidado que requiere el barco fenicio es que debe protegerse de los rayos del sol y de las corrientes marinas. El pecio ha permanecido durante siglos aislado bajo la arena de la playa, y cualquier cambio en las condiciones ambientales puede resultar fatal. Arqueólogos y restauradores han trabajado paso a paso. La cajafuerte, diseñada por Iván Negueruela, ex director del museo cartagenero, está formada por unas vigas que sustentan unas chapas de un metro cuadrado cada una. Así, sólo se desmontaba la zona donde se iba a trabajar, para no descubrir el resto. Y una vez concluidas las labores, se volvía a cerrar.
La estructura metálica que envuelve el barco sólo se desmontó por completo el tiempo imprescindible para fotografiar y filmar el barco en su conjunto. Este material de imágenes no sólo ha servido para completar la documentación del yacimiento: también se ha empleado como base para realizar una réplica a tamaño real de la embarcación, que ahora es una de las piezas estrella del nuevo museo de arqueología, inaugurado por la Infanta Cristina en noviembre pasado. Con las filmaciones se ha confeccionado un documental que se proyecta en este moderno centro, en el muelle de Alfonso XII.
La campaña ha servido además para reparar la cajafuerte. Este sistema de protección del pecio es de acero, y ahora se ha reforzado con más tratamiento anticorrosivo, al mismo tiempo que se han reemplazado algunas piezas, ya deterioradas, por otras nuevas.
Pero la misión arqueológica no acabó ahí. Los expertos han aprovechado para colocar unas sondas de polietileno que a partir de ahora serán una herramienta clave para velar por el mantenimiento en perfectas condiciones del pecio. Estos tubos permiten tomar muestras de agua del interior de la cajafuerte, que luego se analizan en el laboratorio. Así es posible detectar cualquier cambio que pueda alterar la conservación de la nave fenicia. «Es una forma de controlar las condiciones ambientales y monitorizar la conservación del barco», detalla Rocío Castillo.
Este seguimiento de la embarcación es fundamental porque de momento se desconoce cuánto tiempo permanecerá bajo el agua. La arqueóloga del museo indica que extraer el barco fenicio con todas las garantías es «viable», desde el punto de vista técnico, pero aún no se dispone de los medios económicos ni de los recursos humanos.
Además del elevado coste económico de la operación para reflotar el pecio -que ya en el año 2005 se cifró en 360.000 euros-, esta experta señala que para restaurar la madera del barco se requiere de unas instalaciones especiales, de las que en la actualidad el museo nacional carece. Aunque, eso sí, el Ministerio de Cultura parece que está en ello. El PSOE ha anunciado en el Congreso de los Diputados que el Gobierno ya estudia ampliar las instalaciones del museo con un laboratorio húmedo donde poder acometer esa delicada tarea.
Así que a falta de un emplazamiento cien por cien seguro para el barco fenicio, lo mejor es dejarlo donde está: en su colchón de arena y bajo un sepulcro de acero. No obstante, si algún día se decide sacarlo a la superficie, serán de gran ayuda los conocimientos amasados durante la extracción del llamado Mazarrón I, los restos del primero de los dos barcos fenicios localizados en el yacimiento de La Isla. Entre 1993 y 1995, se reflotó parte de la quilla y nueve tablones incompletos del casco, además de otros fragmentos de cuadernas. Iván Negueruela ideó un novedoso sistema: envolvió las distintas partes de la nave con una mezcla de silicona, formando una capa protectora antes de sacarlas. Las piezas fueron extraídas sin sufrir daños. Tras un laborioso proceso de restauración, hoy pueden admirarse en las salas del Arqua.
Reflotar la nave es «viable» desde el punto de vista técnico, pero faltan los recursos económicos y humanos
LA CRONOLOGÍA
1988: El Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (CNIAS) localiza el yacimiento de La Isla en una campaña rutinaria.
1991: Los expertos documentan los restos visibles del barco.
1993: Arranca el proyecto Nave Fenicia, para recuperar los restos.
1995: Continúa la excavación del primer barco fenicio, se extrae de la playa y se localiza el segundo pecio, que está completo.
1999: Los trabajos se centran en el segundo barco. Los técnicos excavan el pecio, localizan el cargamento y protegen el yacimiento con una caja hermética.
2008: Campaña para comprobar el estado de conservación de la nave.
1988: El Centro Nacional de Investigaciones Arqueológicas Submarinas (CNIAS) localiza el yacimiento de La Isla en una campaña rutinaria.
1991: Los expertos documentan los restos visibles del barco.
1993: Arranca el proyecto Nave Fenicia, para recuperar los restos.
1995: Continúa la excavación del primer barco fenicio, se extrae de la playa y se localiza el segundo pecio, que está completo.
1999: Los trabajos se centran en el segundo barco. Los técnicos excavan el pecio, localizan el cargamento y protegen el yacimiento con una caja hermética.
2008: Campaña para comprobar el estado de conservación de la nave.
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