La discoteca aguileña reabrió sus puertas este verano después de estar cerrada y en ruinas durante casi veinte años
13.09.10 - 01:23 - ALFONSO SOLER ÁGUILAS./ La Verdad
El 24 de junio pasado, justo el día que se cumplían 22 años de la inauguración de La Meca Discoláser, el templo nocturno -bastante alejado de motivaciones religiosas- volvió a la actividad en el edificio originario pero con un perfil y un pulso más ibicenco que hace dos décadas: dos de los dj's más prestigiosos de las noches isleñas, Albert Neve y César Melero, pincharon en el mes de agosto en sendas fiestas multitudinarias, ajenos a los recelos de grupos islamistas radicales por la denominación del local, y que casi tres meses después se han plasmado en amenazas. En serias amenazas.
Aquella noche de San Juan, unas 14.000 personas, según los organizadores, peregrinaron hacia una discoteca que al final del verano acogió a otras 100.000, unas cifras sólo comparables a las que precisamente tuvo la discoteca en su estreno, en 1988. Las caravanas de coches durante la madrugada de la reinauguración hacían presagiar que la reapertura de la discoteca sería un éxito de un público ansioso de fiesta. Para hacerse una idea del impacto de esta vuelta tan esperada, la empresa Coca Cola ha reconocido que La Meca ha sido el establecimiento de la Región que más refrescos ha vendido este verano.
Ha sido también la recuperación de uno de los monumentos del paisaje local -para muchos, de muy mal gusto- y uno de los símbolos que marcó en la generación anterior a muchos aguileños, y cuyo cierre representó el fin de una etapa en la ciudad donde las discotecas fueron un reclamo del ocio nocturno. Miles de fieles disfrutaron en el final de la década de los 80 de las famosas fiestas de la espuma. Durante esos veranos, el mítico láser alumbraba a Águilas y lo colocaba en el epicentro de la fiesta de la comarca. Su anterior propietario, el empresario mazarronero José Méndez, reconoció que los excesivos controles policiales y la falta de sensibilidad política le obligaron a cerrar un emblema de la noche que ha estado casi dos décadas abandonada, arruinada y desmantelada.
Hace ahora un año, un grupo de empresarios pensó que era hora de recuperar este símbolo de toda una generación y de volver a situar al municipio en el mapa de los destinos protagonistas de la noche mediterránea. Javier Hernández, uno de los inversores, reconoció que desde los ventanales de su asador veía con nostalgia los restos de la discoteca y movilizó y convenció al resto de socios, entre ellos el ex futbolista Santiago Cañizares y el periodista aguileño Pedro Morata. El reto tenía una doble motivación: el empresarial y el nostálgico. Muchos de los que han vuelto a La Meca han recuperado viejas sensaciones y los jóvenes han descubierto una experiencia única que hasta ahora sólo conocían de las historias de sus propios padres.
Lo que nadie esperaba es que la discoteca provocara las amenazas de grupos radicales islámicos, que han interpretado como una provocación un nombre, La Meca, que para la mayoría sólo hace referencia a un lugar donde bailar tomando una copa.
Hasta el momento, las únicas quejas provocadas por la reapertura de La Meca procedían de los vecinos del lujoso complejo residencial Isla del Fraile, ubicado a pocos metros de la discoteca, que han tenido que soportar este verano ruidos y botelleo cuando se les aseguró, al comprar sus viviendas, que la entonces abandonada discoteca -estaba incluso declarada en ruinas- iba a ser demolida porque en esa finca iba a levantarse otro 'resort'.
13.09.10 - 01:23 - ALFONSO SOLER ÁGUILAS./ La Verdad
El 24 de junio pasado, justo el día que se cumplían 22 años de la inauguración de La Meca Discoláser, el templo nocturno -bastante alejado de motivaciones religiosas- volvió a la actividad en el edificio originario pero con un perfil y un pulso más ibicenco que hace dos décadas: dos de los dj's más prestigiosos de las noches isleñas, Albert Neve y César Melero, pincharon en el mes de agosto en sendas fiestas multitudinarias, ajenos a los recelos de grupos islamistas radicales por la denominación del local, y que casi tres meses después se han plasmado en amenazas. En serias amenazas.
Aquella noche de San Juan, unas 14.000 personas, según los organizadores, peregrinaron hacia una discoteca que al final del verano acogió a otras 100.000, unas cifras sólo comparables a las que precisamente tuvo la discoteca en su estreno, en 1988. Las caravanas de coches durante la madrugada de la reinauguración hacían presagiar que la reapertura de la discoteca sería un éxito de un público ansioso de fiesta. Para hacerse una idea del impacto de esta vuelta tan esperada, la empresa Coca Cola ha reconocido que La Meca ha sido el establecimiento de la Región que más refrescos ha vendido este verano.
Ha sido también la recuperación de uno de los monumentos del paisaje local -para muchos, de muy mal gusto- y uno de los símbolos que marcó en la generación anterior a muchos aguileños, y cuyo cierre representó el fin de una etapa en la ciudad donde las discotecas fueron un reclamo del ocio nocturno. Miles de fieles disfrutaron en el final de la década de los 80 de las famosas fiestas de la espuma. Durante esos veranos, el mítico láser alumbraba a Águilas y lo colocaba en el epicentro de la fiesta de la comarca. Su anterior propietario, el empresario mazarronero José Méndez, reconoció que los excesivos controles policiales y la falta de sensibilidad política le obligaron a cerrar un emblema de la noche que ha estado casi dos décadas abandonada, arruinada y desmantelada.
Hace ahora un año, un grupo de empresarios pensó que era hora de recuperar este símbolo de toda una generación y de volver a situar al municipio en el mapa de los destinos protagonistas de la noche mediterránea. Javier Hernández, uno de los inversores, reconoció que desde los ventanales de su asador veía con nostalgia los restos de la discoteca y movilizó y convenció al resto de socios, entre ellos el ex futbolista Santiago Cañizares y el periodista aguileño Pedro Morata. El reto tenía una doble motivación: el empresarial y el nostálgico. Muchos de los que han vuelto a La Meca han recuperado viejas sensaciones y los jóvenes han descubierto una experiencia única que hasta ahora sólo conocían de las historias de sus propios padres.
Lo que nadie esperaba es que la discoteca provocara las amenazas de grupos radicales islámicos, que han interpretado como una provocación un nombre, La Meca, que para la mayoría sólo hace referencia a un lugar donde bailar tomando una copa.
Hasta el momento, las únicas quejas provocadas por la reapertura de La Meca procedían de los vecinos del lujoso complejo residencial Isla del Fraile, ubicado a pocos metros de la discoteca, que han tenido que soportar este verano ruidos y botelleo cuando se les aseguró, al comprar sus viviendas, que la entonces abandonada discoteca -estaba incluso declarada en ruinas- iba a ser demolida porque en esa finca iba a levantarse otro 'resort'.
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