Una de las hermanas de la víctima asegura que fue testigo de múltiples agresiones e insultos del acusado a la joven
20.05.11 - 03:22 -
A. NEGRE |/ La Verdad
A medida que avanzan los días, la balanza que decidirá qué ocurrió realmente con la joven Graciela Butrón se desequilibra un poco más. Un jurado popular deberá decidir la próxima semana si su muerte fue fruto de un crimen, como defiende el Ministerio Fiscal -junto al abogado del Estado y la acusación particular-, o de un suicidio, como sostiene Javier M.T., su amante y presunto asesino. El hecho evidente es que la joven boliviana, de 27 años, murió tras caer por la ventana de su segundo piso en Molina. Ahora bien, ¿se tiró o la tiraron? Cada nuevo testimonio, actúa como un peso más que desnivela esta particular romana y no precisamente a favor del acusado. Especialmente concluyente fue ayer la declaración de la Policía Científica que aseguró haber encontrado en la ventana por la que se precipitó huellas dactilares «de resistencia» de la víctima.
Armados con una cinta métrica que les facilitó el fiscal, los dos agentes del Cuerpo Nacional de Policía que dirigieron la inspección ocular de la habitación de la pareja explicaron ayer al jurado los motivos por los que, a su entender, es «muy improbable» que la joven se lanzase por la ventana de forma voluntaria.
Cuando estos policías llegaron al cuarto, la persiana se encontraba semicerrada, con un hueco de solo 32 centímetros. Esta abertura se encontraba, además, a más de un metro del suelo. Teniendo en cuenta que Graciela era de constitución gruesa y medía 1,60 metros de estatura, la Policía recordó que la joven debería haber levantado la pierna un metro y, a la vez, haber alzado la persiana con una mano para poder lanzarse a la calle. Una opción que consideran «muy difícil».
La Policía Científica sostiene, además, que si los hechos hubieran ocurrido de ese modo, la persiana se habría deformado -por la presión del cuerpo- y en su parte inferior habría quedado marcada alguna huella dactilar de Graciela. Señal que no apareció. Donde sí se encontraron marcas digitales de la víctima, y también del acusado, fue en los barrotes de la parte de abajo de la ventana. Concretamente, las huellas de la joven agarraban el barrote desde abajo en una postura que los agentes consideran «poco natural, forzada y de resistencia». Esas marcas son compatibles, según confirmaron, con una situación en que Graciela tuviera a alguien sujetándola por detrás y no con un episodio de suicidio.
Las huellas de Javier, por su parte, se encontraron en el barrote y el marco de la ventana. Aunque esas señales podrían haberse quedado marcadas en los días en que el colombiano, de 42 años, residió en la habitación, los agentes recordaron que, dado que era agosto, un mes muy caluroso, esas huellas se tuvieron que imprimir «unas horas o, como mucho, un día antes» del día del presunto crimen.
«Él siempre estaba ebrio»
La familia de Graciela Butrón ha tenido que esperar a la tercera sesión de este juicio para sentarse en el banquillo y ofrecer su visión de este caso. Visiblemente triste, Susana, una de las hermanas de la víctima, relató ayer al jurado numerosos episodios de presuntas agresiones físicas y verbales que el acusado habría infringido a la joven a lo largo de los últimos años y de los que ella, aseguró, fue testigo directo. «Una vez estaban en mi casa y como él siempre estaba ebrio y subía mucho la voz, fui a decirles que qué pasaba», contó. «Él la cogió del pelo y la tiró al suelo y, al preguntarle yo qué hacía, me dijo: ''cállate, hija de puta. ¿Te crees que no te puedo hacer a ti lo mismo?».
El carácter presuntamente violento de Javier fue motivo de enfrentamiento continuo entre ambas hermanas. Es más, Susana explicó que obligó en algunas ocasiones a Graciela a abandonar su casa por los malos momentos que su amante le hacía pasar. Preguntada por el motivo de que no se interpusiera una denuncia, esta hermana sostuvo que nunca lo hizo por no enfadar a la joven. «Ahora sé que ha sido una equivocación mía, pero no quería pelearme con mi hermana», reconoció. «Ella estaba enamorada y una se vuelve sorda, ciega y muda».
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