EFE/ Aguilas/ La Verdad
La Audiencia Provincial de Murcia ha condenado a penas que suman 11 años de cárcel a Román N. G., jefe de un clan de Águilas , por un delito contra la salud pública y otro de tenencia ilícita de armas, hechos que fueron descubiertos en agosto de 2004, durante una redada que acabó con la aprehensión de más de tres kilos de cocaína y casi seis kilos de hachís ocultos en un pesebre.
La sentencia absuelve a las otras seis personas que fueron juzgadas también como presuntas traficantes de droga, entre las que se encuentran su compañera sentimental, Rosa L., y tres de sus hijos, Jesús N., Ramón N. y Mariano N..
Los acusados fueron denunciados por un empleado de Román N., que reveló a la Guardia Civil que la droga y las armas se escondían en el doble fondo de unas cuadras ubicadas en una finca de Águilas .
Durante el registro efectuado en el local, al que asistió este confidente, aunque disimuló su papel, fue intervenida la droga mencionada, además de dos pistolas y una escopeta, cartuchos y casi novecientos euros.
La sentencia rechaza la nulidad de la diligencia de entrada y registro en la cuadra, que había sido pedida por las defensas con el argumento de que ésta no tiene la consideración de morada o domicilio de persona alguna.
La Sala ha dado plena validez a las declaraciones del confidente, que permitieron descubrir el alijo de droga, al considerar que no ha actuado por intereses espurios y porque con sus manifestaciones él mismo se autoinculpaba.
Según señala la sentencia, el tribunal «estima que más perjuicios que otra cosa le ha acarreado su peculiar posición en este proceso: revelar a la Guardia Civil voluntariamente el lugar dónde estaba escondida gran cantidad de droga y armas pertenecientes a Román N. G., persona para la que trabajaba, muy peligrosa y acostumbrada a que todos los que le rodean cumplan su voluntad con tan solo una mirada, según lo declarado por el propio E.L.».
La Audiencia señala también que este acusado que descubrió los hechos reveló en el juicio el motivo que le llevó a ello, y fue comprobar los efectos que causa la droga, que conoció cuando estuvo ingresado en un centro dedicado a la desintoxicación de drogadictos.
Además «relató la crueldad con la que Román N. había tratado a otro de los acusados, F.R.G., atándolo en una ocasión con una cadena a una anilla que el propio E.L. había colocado con yeso en las cuadras, y todo por haber actuado aquél sin someterse a las reglas que imponía para dominar la venta de sustancias en la zona».
El tribunal indica que no tiene ninguna duda de que «Román N. G. era quien tenía el control efectivo sobre el lugar donde se encontraban las sustancias, las armas, el dinero y los demás efectos, a lo que cabe añadir que también se ha constatado el elevado nivel de vida que éste ha venido llevando».
La sentencia condena a Román N. G., que ha anunciado que recurrirá al Tribunal Supremo, a ocho años y seis meses de cárcel y multa de 724.000 euros por un delito contra la salud pública y otros tres años de cárcel por tenencia ilícita de armas.
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