Los agentes accedieron hasta Carlos Llorente abriendo un boquete en un tabique de su vivienda con los extintores que portaban
29.04.11 - 01:43 -
Que tenemos una de las mejores policías del mundo es algo que saben bien tanto los ciudadanos a los que sirven y protegen como gran parte de los delincuentes que penan en las cárceles de nuestra piel de toro. Investigadores infatigables capaces de resolver un homicidio gracias a una colilla o un robo a través de una hebra de tejido, agentes que gestionan aglomeraciones inmensas como si fueran el recreo de un jardín de infancia o tiradores capaces de desarmar a un secuestrador con un rehén sin causarles a ambos ni un rasguño.
Pero lo que no sabíamos -al menos no con la certeza que hoy podemos mostrar- es que también son profesionales capaces de actuar bajo la presión de una situación que no es específicamente de su incumbencia. Eso es lo que demostraron la madrugada del miércoles al jueves, cuando un inesperado visitante se plantó en el mismísimo edificio de la Jefatura Superior de Policía, en la calle Ceballos.
El inesperado invitado fue el fuego, al que la policía suele responder llamando a los bomberos, comprobando si hay atrapados y estableciendo un perímetro de seguridad. Pero en este caso, el que alertó del fuego era el jefe superior, Carlos Llorente, y el lugar donde las llamas tomaban cuerpo, su vivienda, ubicada en el último piso del edificio de la comisaría donde prestan servicio.
Pasaba apenas un cuarto de hora de las cinco de la mañana y cuatro agentes recorrían a pie -como mandan los cánones en caso de fuego en una vivienda- los tortuosos tramos de escalera que conectan la sede policial con la vivienda del jefe superior. Una vez llegaron a la misma, y según ha podido saber esta redacción, el panorama que se encontraron no era tan halagüeño como el que se produce por un incendio en un cuadro de contadores o el olvido de una olla en el fuego de la cocina.
Rompiendo tabiques
Y es que las llamas ya tenían entidad suficiente como para que el humo dificultara tanto la respiración como la visibilidad. De hecho, los agentes y Llorente tuvieron que ser trasladados posteriormente a los hospitales San Carlos y Virgen de La Arrixaca por inhalación de humos. Pese a las dificultades, los agentes, guiados por su superior, lo localizaron en una de las habitaciones, a la que tuvieron que acceder rompiendo el tabique. Y lo hicieron con las herramientas que portaban: los extintores que plagan la sede policial y con los que se pertrecharon nada más ser alertados de la presencia del fuego.
Pese a que el propio Llorente quitó importancia al incidente, el fuego se cobró un alto tributo al alimentar su voracidad con varios muebles y una flamante televisión de pantalla plana donde -casi con toda seguridad- Llorente había disfrutado apenas unas horas antes de la victoria de su Barça ante el eterno rival. De hecho, ayer por la mañana todavía dos operarios retiraban los muebles dañados y quemados de la vivienda para depositarlos en un contenedor a la puerta de la Comisaría.
Suponemos que la acción no quedará en el olvido a la hora de repartir alguna que otra mención de honor la próxima festividad de los Ángeles Custodios, pero si no vive debajo de un edificio repleto de policías y huele humo, la recomendación inicial siempre seguirá siendo la clásica: avisar a los bomberos y al 112.
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