17.11.10 - 01:09 -
Dos niñas de 12 años llevan desde el pasado viernes encerradas en su casa por miedo a un compañero de clase. Las menores, alumnas del colegio de Primaria Bahía de Puerto de Mazarrón, llevaban un tiempo denunciando el acoso de otro niño de 12 años, de etnia gitana, hasta que sus respectivas familias interpusieron el viernes una denuncia ante la Guardia Civil.
En el texto de la citada denuncia, las niñas afirman que el menor las insultaba llamándolas «zorra» y «puta», y que incluso la pasada semana apareció por el centro portando una llave inglesa con la que trató de agredir a una de ellas. Los padres de las menores afirman que sus nervios están «destrozados, no quieren ni salir de casa por miedo». La denuncia también incluye amenazas de muerte hacia ambas jóvenes y otros intentos de agresión, como uno con una botella de alcohol y un mechero, incluso que el menor ha tratado en repetidas ocasiones de realizar tocamientos en los pechos y el culo a ambas.
El padre de una de las menores afirma que la situación de acoso por parte de este menor «es conocida tanto por el profesorado como la dirección del centro, así como por los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Mazarrón. «Sólo quiero que hagan algo, que impongan alguna medida cautelar para que mi hija pueda volver a clase, siquiera a asomarse con tranquilidad a la calle». Este progenitor asegura que su hija «sufrió el viernes un ataque de ansiedad» cuando la mandó a clase.
Ingreso en un centro
Por ahora -la denuncia se cursó el viernes en el cuartel de la Guardia Civil- no hay respuesta por parte de Servicios Sociales o la Fiscalía de Menores, órgano este último capacitado para ordenar el ingreso del menor presuntamente conflictivo, del que los padres de las niñas acosadas señalan que procede de una familia desestructurada y que también padece «esquizofrenia».
Este diario trató ayer sin éxito de recabar la opinión acerca del caso por parte de la concejal de Servicios Sociales, Yolanda Vivancos. Según uno de los progenitores, esta concejalía es «consciente» de la peligrosidad del menor y del deterioro de la convivencia en el centro escolar, «pero están con las manos atadas ya que la Fiscalía de Menores no hace nada».
Mientras el caso continúa su curso legal, las dos niñas siguen encerradas a cal y canto en sus viviendas, con miedo siquiera a cruzar el umbral, esperando una respuesta que ya ven demasiado tardía.
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