A. Negre/ La Verdad
Un paracaidista demanda al Ejército tras quedar parapléjico en un salto en el que no había un médico para atenderle
«Me subieron a una camilla de palos y sin collarín. Pasé las de Caín»
Un paracaidista demanda al Ejército tras quedar parapléjico en un salto en el que no había un médico para atenderle
«Me subieron a una camilla de palos y sin collarín. Pasé las de Caín»
El salto de aquel 18 de diciembre de 2008 podría haber sido sólo uno de los más de dos mil que el soldado A. M., adscrito la Brigada Paracaidista con base en Javalí Nuevo, acumulaba a sus espaldas. Una corriente de aire, sin embargo, lo cambió todo. Este militar murciano, de 36 años de edad y media vida en el Ejército, sobrevolaba un paraje entre Cieza y Calasparra a 300 metros de altura cuando una térmica le cerró la campana del paracaídas.
«A cien metros del suelo el paracaídas se me volvió a abrir pero con tan mala suerte que me empujó contra un almendro», explica desde una residencia militar en el Prat de Llobregat (Barcelona), donde reside actualmente. «Me golpeé la cabeza a una velocidad de unos 70 u 80 kilómetros por hora». No ha vuelto a andar.
Este desafortunado accidente le provocó a este militar la luxación de dos vértebras y una grave lesión en la médula que le ha dejado parapléjico. Un riesgo que podría derivarse de su peligroso oficio. Sin embargo él y su familia denuncian que la asistencia sanitaria prestada tras el impacto no fue la adecuada. «En la base de Alcantarilla nunca hay médicos cuando se efectúa un salto y debería haberlos», explica con rabia. «Nosotros somos como los toreros. Hacemos un trabajo de riesgo».
Tras impactar contra el árbol, A.M. quedó consciente y tendido en el suelo de ese paraje, a medio camino de Cieza y Calasparra. «Me había golpeado el pulmón izquierdo y no podía respirar. Me estaba ahogando y no podía moverme». En el lugar sólo había, según su relato, varios compañeros y un ATS. «El que, se supone, debía asistirme no sabía ni quitarme el paracaídas. Tuve que explicárselo yo como pude».
La dificultad para acceder al paraje dónde se produjo el accidente precipitó los acontecimientos. Sus compañeros telefonearon al Centro de Coordinación de Emergencias y éste activó el dispositivo, pero lo abrupto del lugar dificultaba una rápida actuación y los nervios les llevaron a tomar una decisión. «Me subieron a una camilla de palos, sin ponerme ni un collarín, y me metieron en una especie de ambulancia», relata. «Tardamos media hora en llegar a Calasparra por un camino de tierra. Pasé las de Caín».
Según relata este militar, sus compañeros habían quedado con la ambulancia del 112 en un punto intermedio: el centro de salud de Calasparra. «Al verme el médico de la ambulancia enseguida les dijo que no me movieran. Entonces sí llamaron al helicóptero». Poco tiempo después, el sargento era trasladado en helicóptero desde el campo de fútbol municipal al hospital Virgen de la Arrixaca.
«La mayoría de los médicos del Ejército están en Afganistán, pero creo que deberían cubrir el servicio con médicos de la calle», explica A.M. Esa es la solución que se busca, según relata, en las exhibiciones públicas. «Cuando vamos a hacer un lanzamiento en un pueblo contratan una ambulancia con un médico», recalca. «Después, por no gastarse el dinero, mandan un ATS».
El caso de este militar ya está siendo instruido por un juzgado de lo Penal de Cartagena. Esta misma semana han prestado declaración algunas de las personas que le asistieron tras su accidente y que rellenaron el expediente de lo ocurrido. «Lo que quiero es que a ningún militar vuelva a ocurrirle lo mismo».
«A cien metros del suelo el paracaídas se me volvió a abrir pero con tan mala suerte que me empujó contra un almendro», explica desde una residencia militar en el Prat de Llobregat (Barcelona), donde reside actualmente. «Me golpeé la cabeza a una velocidad de unos 70 u 80 kilómetros por hora». No ha vuelto a andar.
Este desafortunado accidente le provocó a este militar la luxación de dos vértebras y una grave lesión en la médula que le ha dejado parapléjico. Un riesgo que podría derivarse de su peligroso oficio. Sin embargo él y su familia denuncian que la asistencia sanitaria prestada tras el impacto no fue la adecuada. «En la base de Alcantarilla nunca hay médicos cuando se efectúa un salto y debería haberlos», explica con rabia. «Nosotros somos como los toreros. Hacemos un trabajo de riesgo».
Tras impactar contra el árbol, A.M. quedó consciente y tendido en el suelo de ese paraje, a medio camino de Cieza y Calasparra. «Me había golpeado el pulmón izquierdo y no podía respirar. Me estaba ahogando y no podía moverme». En el lugar sólo había, según su relato, varios compañeros y un ATS. «El que, se supone, debía asistirme no sabía ni quitarme el paracaídas. Tuve que explicárselo yo como pude».
La dificultad para acceder al paraje dónde se produjo el accidente precipitó los acontecimientos. Sus compañeros telefonearon al Centro de Coordinación de Emergencias y éste activó el dispositivo, pero lo abrupto del lugar dificultaba una rápida actuación y los nervios les llevaron a tomar una decisión. «Me subieron a una camilla de palos, sin ponerme ni un collarín, y me metieron en una especie de ambulancia», relata. «Tardamos media hora en llegar a Calasparra por un camino de tierra. Pasé las de Caín».
Según relata este militar, sus compañeros habían quedado con la ambulancia del 112 en un punto intermedio: el centro de salud de Calasparra. «Al verme el médico de la ambulancia enseguida les dijo que no me movieran. Entonces sí llamaron al helicóptero». Poco tiempo después, el sargento era trasladado en helicóptero desde el campo de fútbol municipal al hospital Virgen de la Arrixaca.
«La mayoría de los médicos del Ejército están en Afganistán, pero creo que deberían cubrir el servicio con médicos de la calle», explica A.M. Esa es la solución que se busca, según relata, en las exhibiciones públicas. «Cuando vamos a hacer un lanzamiento en un pueblo contratan una ambulancia con un médico», recalca. «Después, por no gastarse el dinero, mandan un ATS».
El caso de este militar ya está siendo instruido por un juzgado de lo Penal de Cartagena. Esta misma semana han prestado declaración algunas de las personas que le asistieron tras su accidente y que rellenaron el expediente de lo ocurrido. «Lo que quiero es que a ningún militar vuelva a ocurrirle lo mismo».
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