domingo, 11 de septiembre de 2011

CALASPARRA/ La vida vuelve a la Sierra del Molino


Se acaba de cumplir un año del fuego que paralizó Calasparra y que devastó 900 hectáreas de superficie natural en la Sierra del Molino. Diez días pasaron para poder extinguirlo, pero todavía queda por hacer para que este lugar vuelva a ser a aquel que fue

La Opinión

ENRIQUE SOLER Un año después del incendio que calcinó casi 900 hectáreas de terreno en la Sierra del Molino de Calasparra, la tierra ennegrecida sigue siendo predominante en el paraje. Los efectos de las llamas, que arrasaron hábitats y destruyeron especies vegetales muy variadas, siguen siendo visibles. El proyecto de reforestación puesto en marcha por la Comunidad Autónoma intenta devolver el aspecto original a la sierra, aunque para ello todavía tendrán que pasar años.


La primera fase de la reforestación concluirá en diciembre y se centra en la eliminación de los árboles quemados para evitar las plagas que puede ocasionar el material vegetal que ardió. Las actuaciones también se han centrado en la sujeción del suelo, los tratamientos fitosanitarios y el seguimiento de la evolución de la parte regenerada de forma natural.

La segunda fase, prevista para el período 2012-2015, consistirá en actuaciones de repoblación forestal en aquellas zonas donde no haya nacido arbolado y tratamientos selvícolas donde se haya regenerado en exceso, así como trabajos de prevención de incendios con la reparación de caminos y la ejecución de áreas cortafuegos.

El fuego se inició el 6 de septiembre pasadas las siete de tarde, cuando los calasparreños que vivían la semana grande de sus fiestas presenciaban la novillada de Antonio Rosales, Esaú Fernández y Víctor Barrio, que esa tarde se hacía con la Espiga de Oro en el centenario coso de la Caverina.

Los vecinos observaban impotentes la enorme columna de humo que se divisaba a lo lejos cuando llegaban las primeras noticias a la plaza: «Está ardiendo la Sierra del Molino, el paraje que rodea el embalse Alfonso XIII».

El primer edil de la ciudad, Jesús Navarro, que actuaba como presidente de la plaza aquella tarde, abandonó la instalación en plena corrida a toda prisa para conocer de primera mano qué estaba sucediendo y el alcance del fuego.

Muchos vecinos pasaron la noche en vela en las cercanías al paraje, por si era necesaria la ayuda de voluntarios o de maquinaria agrícola para la creación de cortafuegos, evitando así la propagación del fuego. En la memoria de muchos estaban las imágenes del verano de 1994, cuando un incendio iniciado en la vecina población de Moratalla devastó más de 25.000 hectáreas de monte, perdiéndose casi en su totalidad la sierra de La Muela, del Cerezo y los montes situados entre ésta y el Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza.

Tanto el presidente del Ejecutivo regional, Ramón Luis Valcárcel, como el delegado del Gobierno, Rafael González Tovar, manifestaron que la tragedia podía haber tenido un alcance mucho mayor, si no hubiera sido por la rápida y eficaz intervención de los equipos de extinción de incendios.

10 días de trabajo sin descanso
Durante diez días, los efectivos en la lucha contra la extinción de incendios trabajaron sin bajar la guardia para sofocar el fuego.

En total casi, 900 personas participaron en las tareas de extinción, entre miembros de Protección Civil, bomberos del Consorcio de Extinción de Incendios y Salvamento (CEIS), brigadas forestales, efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) –con sede en Madrid, Morón y Valencia– y varios destacamentos de la Guardia Civil que realizaron labores de control, investigación y gestión del tráfico. En las tareas de extinción también participaron de más de doscientos vehículos, cuatro aviones anfibios, dos helicópteros con brigada para refuerzo en gran incendio, un helicóptero bombardero y también un avión de coordinación y observación.

Veinte días después de originarse el incendio, agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil detenían a dos hombres, F.R.F., y F.J.M., de 33 y 29 años, respectivamente, como presuntos autores del incendio. En cuanto al móvil del suceso, parece ser que los delincuentes querían entretener despistar a las fuerzas y cuerpos de seguridad para robar cobre y maquinaria industrial en polígonos y empresas. Los pirómanos provocaron un desastre medioambiental del que la Sierra del Molino tardará años y años en recuperarse.

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