Veinte días después del incendio que arrasó la mayoría de las viviendas de inmigrantes, la zona fue de nuevo ayer pasto de las llamas. El humo llegó a dificultar la circulación por la autovía
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La Opinión
ROSA BROSÉ Las chabolas del poblado de Patiño donde residen inmigrantes rumanos y búlgaros sufrieron ayer de nuevo las consecuencias de un incendio, apenas 20 días después de que se produjese otro en la misma zona. Sobre las 13.30 horas de ayer, siete camiones de bomberos un helicóptero y una ambulancia acudieron al citado poblado, situado en el carril del Cebadero, para sofocar el fuego y para atender a las posibles víctimas. Por suerte, no hubo heridos, pero sí bastantes daños materiales. Los residentes de las chabolas tuvieron que ser desalojados y probablemente tengan que pasar las próximas noches fuera de casa, al ser las viviendas muy precarias y no haber aguantado las consecuencias del fuego.Según el portavoz de los bomberos de Murcia, «el accidente ha sido aparatoso, pero no grave. Se han incendiado matorrales y algunas de las chabolas», comentaba. Como decían los bomberos, no se lamentaron daños personales, pero fue espectacular la manera en la que el humo se extendió y cómo se pudo ver una intensa columna desde varios puntos de la Región. Los coches que circulaban por la autovía fueron testigo del suceso, así como las personas que disfrutaban de un día de ocio en el centro comercial Thader.Las causas del incendio se desconocían al cierre de esta edición, aunque se barajaban todas las hipótesis.Condiciones precariasLas chabolas, no más de diez o doce, son muy precarias, debido a los materiales utilizados para sus construcción, que no soportan condiciones extremas. Algunas están compuestas sólo por unos cuantos palos y algo de tela. Las más ´lujosas´ utilizan latas o cartones para dar solidez a la construcción, aunque un simple tropiezo podría echarlas abajo. Alrededor, todo el terreno está cubierto por matorrales y hierbas secas. Cualquier chispa se puede extender fácilmente como la pólvora.Hace tres años que este mismo asentamiento, reunido en torno a las antiguas instalaciones del Club Hípico de la pedanía, fue desalojado. En aquel caso se trató de 200 inmigrantes que vivían en condiciones de indigencia y mendicidad; la mayoría de ellos se vieron obligados, tras varios intentos judiciales, a regresar a sus países de origen. Se marcharon voluntariamente, asegurando que «en España no habían podido cumplir su sueño de vivir felices».
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