Un jubilado con problemas psíquicos mata a su esposa en Santiago el Mayor golpeándola con una estaca
12.05.10 - 01:26 -
A. NEGRE MURCIA. / la Verdad
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A. NEGRE MURCIA. / la Verdad
Alfredo L.C golpeó la puerta de su vecina Josefa poco antes de las nueve de la mañana. Le temblaban las manos. «Llama a la Policía. He matado a mi mujer», confesó entre lágrimas. Antonia González Perea, su compañera durante más de dos décadas, se convertía así en la primera mujer del año muerta en la Región a manos de su marido. Tenía 68 años y cinco hijos. Ayer encontró su final en una estaca de madera con la que su esposo, de 63 años y con problemas psicológicos, la golpeó en la cabeza.
Alfredo y Antonia vivían desde hace décadas en una finca con terreno en el número 92 del carril Huerto de Alix, en el barrio de Santiago el Mayor. Allí, entre bancales, criaban conejos, y otros animales, que luego vendían entre sus conocidos. Él había trabajado muchos años en una empresa de hierros del polígono industrial de San Ginés, pero ya estaba jubilado. Ella cuidaba a los animales. Nadie tenía una queja sobre ellos. «Eran muy buenos vecinos, gente estupenda», asegura Antonio Martínez.
Cada mañana, Alfredo acostumbraba a pedalear sobre su bicicleta para acercarse al núcleo urbano. Es un hombre bajo, pero de complexión fuerte. «Es un hombre tranquilo, muy buena gente», relata Ángel Martínez. «La última vez que estuve con ellos se les veía muy bien». Algunos amigos relataron, incluso, que ambos habían comentado su intención, luego desechada, de abandonar Santiago el Mayor para trasladarse a vivir a la comarca del Noroeste. «Lo que pasa de puertas para adentro», alerta Antonia, «eso no lo sabe nadie».
En los últimos tiempos, Alfredo había sufrido problemas psicológicos por los que había tenido que ser ingresado, en dos ocasiones, en el hospital Reina Sofía de Murcia. «Había perdido los papeles», explica su vecino Enrique Morales. Los problemas de Alfredo ya eran, al parecer, un secreto a voces en el barrio. Según relataron a 'La Verdad' algunos de los allegados a la pareja, él había comenzado a evidenciar algunas manías extrañas. «Siempre decía que su casa olía muy fuerte y que era culpa de su mujer que le echaba mucho condimento a las comidas», comenta Ana María Escudero. «Estaba molesto con ella».
Sin denuncia previa
Consciente de esta patología, Antonia comenzó a preocuparse por el comportamiento de su marido. «Ella me contó que era una enfermedad progresiva. Estaba desesperada. Me decía que iba a tener que dejarlo, pero que no sabía dónde ir», explica Escudero. La jefa de la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre la Mujer de la Delegación del Gobierno, Francisca Munuera, aclaró ayer que, sin embargo, no existían denuncias previas por parte de la mujer. «Ellos siempre estaban discutiendo y peleándose», relata su vecino Santiago Manzanera, «pero él no era nada violento». Hasta ayer.
Santiago fue precisamente uno de los primeros en tropezarse con Alfredo tras el crimen. Este joven vecino se había acercado a la finca, con un compañero, para comprar un conejo. «No hay más conejos», espetó el anciano. «No entréis. Le he dado un porrazo a mi mujer». Santiago desobedeció la orden de Alfredo y se adentró en la vivienda. Le bastó con asomarse para entender las palabras de su vecino. «Estaba allí tirada con el cuello partido y le salía sangre de una oreja».
Según fuentes ligadas a la investigación, Alfredo utilizó una estaca de madera para asestarle un fuerte golpe en la cabeza. La Policía Local le detuvo poco después en la vivienda de una vecina, Josefa, a la que el presunto homicida también confesó el crimen. «Cuando vi que lo sacaban le pregunté por qué había hecho algo así», contaba una vecina. «No me respondió». Según fuentes ligadas al caso, la agresión podría haberse precipitado después de que Antonia le manifestara a su marido su intención de separarse.
Tras el suceso, en esta casa de Santiago el Mayor reinó la tragedia. Los vecinos de los alrededores fueron llenando el carril que accede a la vivienda conforme los rumores iban ganando peso. Antonia tenía cinco hijos y Alfredo, siete. No habían tenido ninguno en común. Muchos de los hijos, e incluso nietos, se acercaron hasta esta finca agrícola, donde se vivieron momentos de gran tensión y tristeza. Algunos de los hijos de la víctima reprendieron a los del presunto homicida. Fue necesaria la intervención de varios psicólogos de urgencia, e incluso de alguna ambulancia, para calmar el dolor de esta familia. Momentos duros porque ayer, en casa de Antonia sólo quedaba eso. Dolor.
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