domingo, 13 de septiembre de 2009

MURCIA/ Las kábilas y mesnadas compiten por el mejor armamento en la entrada a Mursiya


Murcia/ El Faro

Era fácil saber cuándo empezaba el espectáculo. La música lo invadía todo y junto con la percusión aceleraba el pulso de los presentes. Era el momento para disfrutar de un poco de historia, de lujo, color y fiesta. Fue el bando cristiano el encargado de abrir el desfile de Moros y Cristianos que congregó ayer por las principales calles de la ciudad a miles de personas atentas a cada uno de los movimientos.
Entre baile y baile, los moros negros de Petrel, como son conocidos, ya mostraban la solemnidad y rigurosidad de los que se van a presentar a la batalla. Y es que lo que se pudo ver en Murcia ayer era como una presentación de tropas, de poderío de armas que, entre ambos bandos, competían a ver cuáles de los dos eran más poderosos en lo que sería la entrada a Murcia.
Abrían el bando cristiano la mesnada Infante Don Juan Manuel, que mostró su arte a lomos de los caballos que incluso bailaban al son de los timbales y trompetas más típicas cristianas.
Lucían todos sus mejores galas, la mayoría de terciopelo bordado en oro y plata y toda clase de joyas. Y es que son cristianas y como tales mostraban también recato en el vestir.
La sensación de lucha se vio en un torneo entre dos caballeros, el de Negro y Don Ignacio, en donde el cuerpo a cuerpo y las espadas refulgían en cada toque de la batalla.
Al final del bando Cristiano, el Rey, Javier Arenas, que a lo alto de una gran carroza, se mostraba solemne y alegre en este día.
Un cambio de música, ahora más acompasada junto con una diferencia en el modo de caminar de los desfilantes ya anunciaba que llegaban los moros. Sus vestidos, también lujosos, mostraban más el carácter de esta cultura que, al fin y al cabo, convivió en armonía hace siglos y que ahora se muestra en este desfile. La majestuosidad de las líneas de los moros se combinaba a la perfección con las moras que mostraban también una forma diferente de bailar, de estar, en definitiva, de vivir.
El rey Moro, Raúl Luján, fue el encargado de cerrar el desfile que se caracterizó por el lujo, la rítmica música y una gran afluencia de público que disfrutó de cada momento.

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