Denuncian que la piscina es escenario de reyertas multitudinarias y venta de droga
19.07.10 - 00:25 -
DANIEL LEGUINA dleguina@laverdad.es MURCIA
19.07.10 - 00:25 -
DANIEL LEGUINA dleguina@laverdad.es MURCIA
Ni el mismísimo Spike Lee hubiera escrito un guión como el que estos días se 'rueda' en la piscina Murcia Parque para una de sus películas de pandilleros y bandas de distintas razas que luchan por el control de un distrito en cualquier barrio marginal de Nueva York. La diferencia es que el argumento que se 'filma' estos días en esta piscina municipal no es una historia de ficción al más puro estilo americano, sino tan real como la vida misma.
Desde que el recinto abriera sus puertas el pasado 3 de junio, bandas de magrebíes, subsaharianos, ecuatorianos y gitanos se afanan por convertir el lugar en una versión murciana del Bronx neoyorquino y las reyertas se suceden casi a diario.
«En el mes y medio que llevamos abierto he visto al menos cuatro peleas entre marroquíes y subsaharianos o gitanos. Y no eran precisamente un par de bofetadas y unos empujones entre dos, sino batallas campales de veinte contra veinte y a mamporro limpio», cuenta un miembro del personal del complejo lúdico que pide encarecidamente permanecer en el anonimato.
Y como este joven, todos los demás integrantes del plantel a cargo de las instalaciones no tienen reparo en relatar los episodios que están viviendo casi a diario, pero nadie está dispuesto a dar su nombre, ni mucho menos salir en las fotos. Tienen miedo.
Y con fundamento. Una mujer del equipo de limpieza afirma: «Dobre todo, los gitanos adolescentes me insultan todos los días, cuando yo ni siquiera me he dirigido a ellos en el mes y medio largo que llevo trabajando aquí. Me llaman 'hija de puta', 'perra', y se ríen de mí».
Esta mujer cuenta que ya está acostumbrada a escuchar improperios, «pero es que las palabrotas me las dicen delante de sus padres, que se ríen casi más que ellos».
El equipo de socorristas, además de negarse a dar nombres y caras, va más lejos y guarda silencio bajo el argumento de que su empresa, Ebone, les ha tapado la boca y no les permite comentar nada de los incidentes que se suceden dentro del recinto.
Enrique Medino, máximo responsable de esta firma de Molina de Segura, afirmó ayer de manera tajante: «Nunca he dado la orden de que los socorristas guarden silencio. No sé de dónde ha podido salir esto, pero Ebone no obliga a sus empleados a medidas de este tipo».
En cualquier caso, entre socorristas y personal de mantenimiento, el miedo es palpable. Todos prefieren pasar desapercibidos y cuando se origina un altercado no se les pasa por la cabeza intervenir. Mirar para otro lado es lo más sensato para no poner en juego sus pellejos.
Enrique Román, responsable de la taquilla, fue el único que ayer accedió a dar su nombre y aseguró que, «hace tres semanas, un grupo de adolescentes intentó agredir sexualmente a una discapacitada en los aseos».
«También presencié una reyerta, con unos 40 implicados entre árabes y subsaharianos. Y cuando llegó la Policía Local no practicó ni una detención», relató Román. El año pasado, en el transcurso de una refriega, un hombre resultó herido por arma blanca. «Gracias a aquel incidente pusieron dos guardas de seguridad, pero este año volvemos a estar desprotegidos», comentó.
Arturo Cruz, vecino de la zona que lleva varios lustros acudiendo a esta piscina, fue más contundente: «La actitud del Ayuntamiento es pasiva y temeraria. Parece que no les bastó con el acuchillamiento del último verano, porque esta temporada han pasado olímpicamente de poner seguridad. Cuando ocurra una desgracia mayor, es decir, una muerte, que puede producirse cualquier día de estos, habrá que pedir explicaciones, empezando por el alcalde Cámara y el resto de concejales competentes en la materia. Habrá dimisiones y cualquier juez con dos dedos de frente les sentará en el banquillo. Así se les quitarán las ganas de ser unos incompetentes. Pero será tarde, y el que avisa no es traidor».
Desde la apertura del complejo lúdico, las quejas de los usuarios se amontonan en las oficinas de la recepción. Las hay de todo tipo: robos de bolsos y teléfonos móviles, bicicletas, peleas, lanzamiento de botellas, amenazas...
Una de las últimas 'diversiones' de los vándalos que campan por el recinto es el robo de los extintores del propio inmueble, con los que se divierten lanzando el polvo a los bañistas. Cuando el aparato se queda vacío puede servir como arma en cualquiera de las grescas que están a la orden del día.
Pero los altercados no sólo se producen entre las hamacas y tumbonas. Según la versión de los socorristas, varios bañistas de etnia gitana no cumplen ni por asomo las normas básicas de higiene y convivencia. «Es más, se las saltan todas a la torera y ni se les ocurre pasar por la ducha antes de sumergirse, meten a sus pequeños desnudos en el agua e incluso defecan dentro», comentó uno de ellos.
«Acceso prohibido»
«Cuando hacen caca dentro de la piscina -cuenta un operario- nos toca evacuar a todos los bañistas y cerrarla. Y es algo que ocurre bastante a menudo. A mí me dan ganas de recriminárselo y me hierve la sangre. Pero si les plantas cara te tienes que enfrentar con 10 ó 15 personas, así que lo mejor es estar callado, aunque a veces cuesta y hay que hacer un intenso ejercicio de autocontrol. Estas personas deberían tener el acceso prohibido».
Raimundo López, usuario del complejo desde más de una década, subrayó que, «hace unos años, este era un lugar tranquilo, pero desde la llegada de los inmigrantes ha pasado a ser territorio hostil».
«Algunos de estos delincuentes -añadió- tiene prohibida la entrada, pero saltan la valla y se mofan de los empleados de la piscina».
López confirmó que «los robos han ido en aumento y hay que estar siempre al loro porque te despluman si te descuidas». «Además -agregó-, cuando les recriminas alguna de sus malas acciones se te ponen 'farrucos' y te esperan en la puerta».
Otro de los divertimentos de esta panda es 'hincharse' a porros de cannabis a la vista de todo el mundo y adoptar una actitud chulesca ante los trabajadores del centro cuando cruzan las miradas. Uno de estos empleados aseguró que, además de consumo, hay tráfico, «porque algunos llegan vestidos y con la riñonera, y siempre se ve mucho movimiento».
Este mismo operario, que antes de iniciar la conversación dejó muy claro que no piensa dar su nombre, relató que «tanto gitanos como magrebíes se bañan en calzoncillos y han llegado a pintar las paredes del vestuario con sus propios excrementos». Ayer, por 'suerte', sólo lo habían pintarrajeado con un aerosol.
Antonio Rica, coordinador de la piscina municipal, puso la pelota en el tejado del Consistorio y, de una manera cortante, se limitó a responder: «A mí no me pagan por declarar, llame usted al alcalde o a quien le dé gana».
PROBLEMAS SIN RESOLVER
1. Un trabajador de la piscina: «Un grupo de chavales intentó agredir sexualmente a una discapacitada en los aseos»·.
2. El año pasado se produjo una reyerta a navajazos. Tras el incidente se tomó la decisión de contratar a guardas de seguridad, pero este año se ha decidido que su presencia no es imprescindible.
3. Varios magrebíes consumen cannabis como si estuvieran en sus casas y, al parecer, también trafican con esta droga dentro del recinto.
4. La actitud de gitanos, magrebíes, ecuatorianos y subsaharianos es altiva y despectiva hacia el resto de bañistas, y el personal del centro se siente impotente y con miedo.
5. Las peleas masivas están a la orden del día y los socorristas, según afirman, tienen mandato de no hablar sobre los incidentes.
6. Ciertos usuarios se meten al agua en calzoncillos con sus hijos desnudos y les dejan defecar dentro de la piscina.
7. El resto de bañistas acude a darse un chapuzón con el miedo en el cuerpo y piden más seguridad.
8. Desde el Ayuntamiento de Murcia dicen no saber nada sobre vandalismo y le quitan hierro al asunto.
1. Un trabajador de la piscina: «Un grupo de chavales intentó agredir sexualmente a una discapacitada en los aseos»·.
2. El año pasado se produjo una reyerta a navajazos. Tras el incidente se tomó la decisión de contratar a guardas de seguridad, pero este año se ha decidido que su presencia no es imprescindible.
3. Varios magrebíes consumen cannabis como si estuvieran en sus casas y, al parecer, también trafican con esta droga dentro del recinto.
4. La actitud de gitanos, magrebíes, ecuatorianos y subsaharianos es altiva y despectiva hacia el resto de bañistas, y el personal del centro se siente impotente y con miedo.
5. Las peleas masivas están a la orden del día y los socorristas, según afirman, tienen mandato de no hablar sobre los incidentes.
6. Ciertos usuarios se meten al agua en calzoncillos con sus hijos desnudos y les dejan defecar dentro de la piscina.
7. El resto de bañistas acude a darse un chapuzón con el miedo en el cuerpo y piden más seguridad.
8. Desde el Ayuntamiento de Murcia dicen no saber nada sobre vandalismo y le quitan hierro al asunto.
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