lunes, 21 de septiembre de 2009

CIEZA/ El santuario del trigo

El Molino de Teodoro recibe 15.000 visitas en sus diez años como museo
La Opinión
CLAUDIO CABALLERO Han pasado diez años desde que el ayuntamiento de Cieza adquiriera el Molino de Teodoro y lo reabriera como museo para enseñar a los vecinos las antiguas técnicas que se empleaban para moler el trigo y conseguir harina para amasar pan.
Desde entonces, unas 15.000 personas llegadas de diferentes provincias y de otros países han pasado por las instalaciones de este edificio situado en pleno corazón de la huerta ciezana.
In situ, los visitantes han comprobado cómo las centenarias aguas de la acequia de la Andelma atraviesan un complejo mecanismo subterráneo y hacen encajar decenas de engranajes. El mecanismo es tan antiguo como sencillo. A través de un acueducto, el agua caía a un semisótano y hacía mover las muelas motrices. Éstas están conectadas a un tanque en el que se echaba el trigo, que tras la molienda se convertía en harina.
El museo se encuentra situado a las afueras de Cieza, en la margen derecha del Segura, en el paraje del Estrecho. Todo el entorno constituye un marco incomparable para estar en contacto con la naturaleza. A escasos metros se sitúan el Paseo Ribereño, el aula de la naturaleza La Atalaya y el albergue del mismo nombre.
El Molino de Teodoro se cita por vez primera en una relación de bienes de la Encomienda fechada el día 16 de noviembre del año 1507, apareciendo el inmueble como de nueva construcción en la villa, cerca del río. Es conocido con el nombre de los Regidores Perpetuos, cargos que en la época ostentaban los señores Manuel Marín y Fernán Pérez Martín.
Fue a instancia de éstos cuando se ordenó su construcción, siendo gobernador de la villa Pedro de Ribera y alcalde de la misma Juan Pérez de Medina. Con el paso de los años, son muchos los nombres que lo han identificado. Así, al de los Regidores Perpetuos, le sigue más tarde Molino del Santo y luego, Molino de Marín, en 1559.
De la Andelma se llamó en 1609 y del Cebollar en 1830, lo que después dará origen al nombre popular de Molino de Cebollo, con el que aún hoy en día se conoce. Desde los primeros años del siglo XX, la propiedad del molino pasó a la familia García y tomó al tiempo el nombre de su propietario, Teodoro, denominación que llega hasta nuestros días.

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