lunes, 25 de mayo de 2009

MURCIA/ Para integrarse hace falta ritmo

Un coro de gospel formado por subsaharianos anima cada domigo las misas de San Andrés, lo que les ha permitido ganarse las simpatías del barrio
25.05.09 -
P. NAVARRO MURCIA/ La Verdad
No son pocas las voces que señalan que el barrio de San Andrés ha acabado por convertirse en un auténtico gueto. Más de 500 personas, la gran mayoría de origen extranjero, acuden cada semana a su iglesia en busca de algo que llevarse a la boca. Los voluntarios de Cáritas ponen todo lo que pueden de su parte para que los excluidos consigan subirse de nuevo al carro de la sociedad. Sin embargo, aquellos que trabajan con los más pobres no dejan de maravillarse ante la actitud del colectivo de inmigrantes subsaharianos, que ha conseguido integrarse en la vida de la zona a base de buen ritmo. Así, cada domingo, hasta veinte voces negras, procedentes de Nigeria, Guinea Ecuatorial, Ghana y Camerún, se reúnen en la parroquia de este enclave murciano para dar un Do de pecho. Es el coro gospel de San Andrés.
«A diferencia de la gente de otras nacionalidades, nunca vinieron en busca de comida o ayudas materiales. Simplemente se dejaban caer por aquí a rezar el rosario». Así recuerda el padre Jesús Abenza, uno de los párrocos de San Andrés, cómo conoció, hace ya unos cuantos años, a este grupo tan singular. Y es que, tal y como señala, Mari Paz, una de las fundadoras de la coral, «no nos gusta acudir en busca de caridad, preferimos echarnos una mano entre nosotros». No obstante, en un mundo tan desconocido y, a veces, tan hostil como el nuestro, «la iglesia y sus símbolos era lo único que les hacía sentirse como en casa», según apunta el padre Abenza. Por eso, cuando desde Cáritas los animaron a realizar un curso de cocina no dudaron en acudir ni un segundo. Para Mari Paz y otros cuatro compañeros -Kenneth, Gloria, Nacho y Constantina- era una oportunidad excepcional para emprender la tarea de buscar un empleo, a todas luces, la mejor forma de integrarse. El apoyo incondicional del párroco y de la gente de Cáritas, les llevó a preguntarse qué podían hacer ellos para colaborar con la iglesia. Finalmente, llegaron a la conclusión de que debían poner su voz al servicio de los feligreses. Así, poco a poco comenzaron a animar los oficios dominicales. Con el paso del tiempo fue aumentando no sólo el tamaño del coro, sino también el número de compatriotas que decidía acercarse a la parroquia. Tal fue el éxito, que el padre Abenza decidió ofrecer cada domingo a las doce una misa especial para este grupo de inmigrantes. «En realidad, el oficio está abierto a todo el que quiera venir. Lo que ocurre, es que muchos africanos tienen problemas a la hora de entender las lecturas y oraciones y, por eso, decidimos adaptar la liturgia de forma que se empleara tanto el castellano como el inglés. Al fin y al cabo, uno debe entenderse con Dios en su propio idioma». Así lo ve Kenneth, el actuar director del coro que ha decidido, además, iniciar una carrera como sacerdote para ayudar a guiar a sus compañeros hacia el reino de los cielos. Desde esta forma, más de un centenar de personas, entre ellas un buen número de españoles, se reúnen semanalmente para escuchar a los cantores de África. Mari Paz apunta orgullosa que muchos murcianos se acercan a felicitarlos y algunos, incluso, han decidido celebrar con ellos el bautizo de sus hijos.
Por devoción
No obstante, desde el coro se quiere dejar muy claro que su trabajo se lleva a cabo exclusivamente por devoción. «Algunos de los que cantaban con nosotros, sobre todos los suramericanos, pensaban que ésta podía ser una buena plataforma, por ejemplo, para conseguir papeles. Sin embargo, cuando se dieron cuenta de las cosas no eran así nos fueron abandonando. Nosotros, simplemente venimos aquí porque nos da fuerzas para afrontar el día a día».
Eso no obsta para que desde la iglesia no se les haya tendido una mano, tanto en la búsqueda de un empleo, como en el desarrollo del propio coro. «Siempre que hemos tenido que desplazarnos para realizar alguna actuación, la parroquia nos ha apoyado en todo lo que ha podido. «Éstos sí que tienen fe», señala el padre Abenza, para el que sólo hay una forma de hacer iglesia: escuchando y ayudando a los más humildes.

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