La compositora e intérprete presentará en directo por vez primera los temas de 'A las buenas y a las malas', hoy a las 22.30 horas en La Caverina
ANTONIO ARCO MURCIA/ La Verdad
Pasó la noche durmiendo como un tronco o una rosa. Feliz. Relajada. Satisfecha. Como un tronco o una rosa durmió Rosana y no se enteró de que cayó en Calasparra una tromba de agua monumental, de esas refrescantes y un punto apocalípticas. Ayer por la mañana se levantó temprano para comenzar los ensayos, y respiró tranquila junto a sus músicos cuando comprobaron, una vez que llegaron al Polideportivo Municipal La Caverina, que la lluvia no había afectado a los equipos de sonido. Desde ese momento se le iluminó la cara amistosa con una sonrisa que no abandonó en todo el día, y que seguro que hoy recorrerá también su cuerpo cuando se dirija al público que asistirá -22.30 horas- al arranque de su nueva gira internacional con los temas de su disco A las buenas y a las malas.
-Estación de salida: Calasparra.
-Calasparra es un lugar mágico para mí. Siempre que hemos venido aquí las cosas han salido bien, y nos sentimos queridos y muy a gusto. La gente mola, el arroz mola, el paisaje mola, aquí mola todo. Y la tranquilidad que te da hacer tus ensayos en un sitio así viene muy bien.
-Da la impresión de que no hay forma humana de hablar con usted en un momento en que no esté feliz, derrochando vitalidad y entusiasmo. ¿Cómo lo consigue?
-De ninguna manera; es una forma de vida, algo que me sale de una manera natural. Nací en una familia donde a la gente le cuesta muy poco sonreír, donde es más fácil ver el vaso medio lleno que medio vacío, y donde cada vez que pasa algo malo alguien te dice: Ya verás como esto te pasa pa(ra) mejor. A partir de ahí, casi es una necesidad estar animado, de buen humor, esperanzado, positivo.
-Y cuando llegan las sombras, los desengaños, los golpes, ¿qué?
-Te desequilibras, claro. Pero tenemos que partir de la base de que lo único que no tiene remedio es la muerte. Cuando se muere un ser querido, eso sí que es fuerte de verdad, aunque también estamos en mi familia en ello: intentando verle lo positivo incluso a la muerte. Son las únicas pérdidas que no tienen marcha atrás, porque en el resto de las cosas de la vida es cierto que los caminos se toman de diferente manera, pero al final todo puede terminar reubicándose. Ante la muerte me caigo, claro que me caigo y que me reconozco muy frágil. Pero, en lo demás, cuando llegan los bajones me pasan dos cosas: la primera es que no me regalo mucho tiempo ahí, en la lamentación y en la tristeza; suelo resurgir con mucha facilidad. Y, en segundo lugar, es cierto que me siento una persona muy afortunada porque me siento muy querida, y cada vez que estoy mal siempre hay alguien ahí arrimando el hombro y, al final, llega la fabulosa frase de -(risas)- ya verás como esto te pasa pa(ra) mejor.
-En una de las las letras de A las buenas y a las malas reconoce usted tener miedo a que se rompa la esperanza.
-Ah, sí, sí. El mundo está pasando por un momento muy frágil, y perder la esperanza sería lo peor que podría sucedernos. Se está hablando muchísimo de la crisis económica y muy poco de la crisis de valores que también estamos sufriendo. Desde mi humilde punto de vista, la realidad es que el dinero ni hace ni deja de hacer. Tú pones tres euros encima de la mesa y si nadie hace nada con ellos ahí siguen eternamente. De la crisis económica en algún momento saldremos, eso está claro, así es que me preocupa más la tristeza que está dejando tanta violencia, tanta falta de esperanza, tan poca fe en el ser humano.
-¿Qué queda hoy de la Rosana que en 1996 arrasó con Lunas rotas?
-Creo que la esencia permanece, pero es verdad que son casi trece años más y que eso el físico lo nota (risas). Tengo más aprendizaje en muchas cosas -conozco más el medio, el día a día de mi profesión...-, pero permanece el tener muy claro cómo quiero andar el camino, que para mí es más importante que hasta dónde quiero llegar. La vida me irá llevando, pero yo no dejaré de hacer cada día el cien por cien de lo que quiero hacer y, por supuesto, no lo haré a cualquier precio y de cualquier manera; y, por encima de todo, de ninguna de las maneras intentaré conseguir algo si a cambio hay que pisarle la cabeza a alguien.
-Confiesa en su nuevo disco que va por la vida sin armaduras, ¿no teme que le lluevan los palos, las decepciones?
-¡Será (pa)ra mejor! (Risas). Es interesante ir sin armaduras, lo digo en serio. Es bueno no llevar dobleces, que cuando llegue la noche y vayas a darte una ducha, para irte a dormir, no tengas antes que quitarte de encima al personaje que has construido. Me parece importante llevar la mochila llena de muchas cosas, pero no de mentiras. Es verdad que te arriesgas a que, de repente, te den un palo, pero también es cierto que así sabes que los abrazos son sinceros.
-En alguna ocasión ha llegado usted, incluso, a darle las gracias «al que me odia». ¿Pretende que nos lo creamos?
-Pues sí, porque lo digo de verdad.
-Piénselo bien.
-Veamos, no conozco a nadie que me odie, en efecto, pero creo que hay que darle las gracias a todos.
-Va a terminar pareciendo que es usted Heidi.
-(Risas). Es que estoy muy agradecida a la vida, de veras, porque sigo cantando y teniendo un público que me quiere, y yo tengo muy metido dentro de mí eso de que es de bien nacidos ser agradecidos.
-¿Usted, como todos, no tiene siempre prisa y no sabe ni para qué?
-Yo también la tengo a veces y, sí, no sé ni para qué. Estamos muy nerviosos, pero estoy convencida de que podemos conseguir estar mucho mejor de lo que estamos. No es imposible.
Incertidumbre
-A lo mejor sí mientras sigamos desconfiando cada vez más unos de otros.
-Los acontecimientos que estamos viviendo hacen que aumenten entre la gente la incertidumbre, la inseguridad y la desconfianza. Pero también es cierto que la confianza de los demás hay que ganársela. Los unos y los otros deben acercarse.
-¿En paz consigo misma y con el mundo?
-Conmigo misma estoy en paz, y con el mundo muy preocupada y buscando respuestas a todo lo que está sucediendo. Y confío en que a través de la música el ser humano vuelva a su esencia natural.
-Esencia natural con la que pega más, en vez de darle las gracias al que me odia, eso que canta usted desde hace unos años de «te come la pena, te matan los celos, te sangra la herida y la vida se escapa por un sumidero». Llegados a ese punto, ¿qué hacemos?
-Continuar escuchando la canción hasta el final, porque cuando pasan esas cosas uno tiene la posibilidad o bien de decidir seguir ahí, o bien de intentar salir adelante.
-¿Llora con los que lloran?
-Ayudar en la tragedia ajena, echar una mano en ella, sentirte útil es bueno, pero pasar demasiado tiempo en el fango propio me parece una torpeza.
-¿Cómo anda de confianza en los demás?
-En líneas generales, soy una persona que inicialmente se fía bastante de su instinto. Sobre la marcha le hago caso a mi instinto, para fiarme más o menos, y no me suele fallar. Además, siempre tienes la oportunidad de, para bien o para mal, rectificar.
-Por encima de todo, ¿qué le importa?
-El mundo en general.
-¿Y si concreta un poco más?
-De una forma rotunda y especial, mi familia y mis amigos.
-¿Qué no se ha propuesto nunca?
-No le dedicaría nunca mi tiempo a fastidiar a alguien, a ver cómo hacer alguna ruindad.
-En los momentos de mayor éxito, ¿no se lo ha creído mucho?
-No, tengo una familia y unos amigos muy pesados que no me han dejado ni siquiera planteármelo.
ANTONIO ARCO MURCIA/ La Verdad
Pasó la noche durmiendo como un tronco o una rosa. Feliz. Relajada. Satisfecha. Como un tronco o una rosa durmió Rosana y no se enteró de que cayó en Calasparra una tromba de agua monumental, de esas refrescantes y un punto apocalípticas. Ayer por la mañana se levantó temprano para comenzar los ensayos, y respiró tranquila junto a sus músicos cuando comprobaron, una vez que llegaron al Polideportivo Municipal La Caverina, que la lluvia no había afectado a los equipos de sonido. Desde ese momento se le iluminó la cara amistosa con una sonrisa que no abandonó en todo el día, y que seguro que hoy recorrerá también su cuerpo cuando se dirija al público que asistirá -22.30 horas- al arranque de su nueva gira internacional con los temas de su disco A las buenas y a las malas.
-Estación de salida: Calasparra.
-Calasparra es un lugar mágico para mí. Siempre que hemos venido aquí las cosas han salido bien, y nos sentimos queridos y muy a gusto. La gente mola, el arroz mola, el paisaje mola, aquí mola todo. Y la tranquilidad que te da hacer tus ensayos en un sitio así viene muy bien.
-Da la impresión de que no hay forma humana de hablar con usted en un momento en que no esté feliz, derrochando vitalidad y entusiasmo. ¿Cómo lo consigue?
-De ninguna manera; es una forma de vida, algo que me sale de una manera natural. Nací en una familia donde a la gente le cuesta muy poco sonreír, donde es más fácil ver el vaso medio lleno que medio vacío, y donde cada vez que pasa algo malo alguien te dice: Ya verás como esto te pasa pa(ra) mejor. A partir de ahí, casi es una necesidad estar animado, de buen humor, esperanzado, positivo.
-Y cuando llegan las sombras, los desengaños, los golpes, ¿qué?
-Te desequilibras, claro. Pero tenemos que partir de la base de que lo único que no tiene remedio es la muerte. Cuando se muere un ser querido, eso sí que es fuerte de verdad, aunque también estamos en mi familia en ello: intentando verle lo positivo incluso a la muerte. Son las únicas pérdidas que no tienen marcha atrás, porque en el resto de las cosas de la vida es cierto que los caminos se toman de diferente manera, pero al final todo puede terminar reubicándose. Ante la muerte me caigo, claro que me caigo y que me reconozco muy frágil. Pero, en lo demás, cuando llegan los bajones me pasan dos cosas: la primera es que no me regalo mucho tiempo ahí, en la lamentación y en la tristeza; suelo resurgir con mucha facilidad. Y, en segundo lugar, es cierto que me siento una persona muy afortunada porque me siento muy querida, y cada vez que estoy mal siempre hay alguien ahí arrimando el hombro y, al final, llega la fabulosa frase de -(risas)- ya verás como esto te pasa pa(ra) mejor.
-En una de las las letras de A las buenas y a las malas reconoce usted tener miedo a que se rompa la esperanza.
-Ah, sí, sí. El mundo está pasando por un momento muy frágil, y perder la esperanza sería lo peor que podría sucedernos. Se está hablando muchísimo de la crisis económica y muy poco de la crisis de valores que también estamos sufriendo. Desde mi humilde punto de vista, la realidad es que el dinero ni hace ni deja de hacer. Tú pones tres euros encima de la mesa y si nadie hace nada con ellos ahí siguen eternamente. De la crisis económica en algún momento saldremos, eso está claro, así es que me preocupa más la tristeza que está dejando tanta violencia, tanta falta de esperanza, tan poca fe en el ser humano.
-¿Qué queda hoy de la Rosana que en 1996 arrasó con Lunas rotas?
-Creo que la esencia permanece, pero es verdad que son casi trece años más y que eso el físico lo nota (risas). Tengo más aprendizaje en muchas cosas -conozco más el medio, el día a día de mi profesión...-, pero permanece el tener muy claro cómo quiero andar el camino, que para mí es más importante que hasta dónde quiero llegar. La vida me irá llevando, pero yo no dejaré de hacer cada día el cien por cien de lo que quiero hacer y, por supuesto, no lo haré a cualquier precio y de cualquier manera; y, por encima de todo, de ninguna de las maneras intentaré conseguir algo si a cambio hay que pisarle la cabeza a alguien.
-Confiesa en su nuevo disco que va por la vida sin armaduras, ¿no teme que le lluevan los palos, las decepciones?
-¡Será (pa)ra mejor! (Risas). Es interesante ir sin armaduras, lo digo en serio. Es bueno no llevar dobleces, que cuando llegue la noche y vayas a darte una ducha, para irte a dormir, no tengas antes que quitarte de encima al personaje que has construido. Me parece importante llevar la mochila llena de muchas cosas, pero no de mentiras. Es verdad que te arriesgas a que, de repente, te den un palo, pero también es cierto que así sabes que los abrazos son sinceros.
-En alguna ocasión ha llegado usted, incluso, a darle las gracias «al que me odia». ¿Pretende que nos lo creamos?
-Pues sí, porque lo digo de verdad.
-Piénselo bien.
-Veamos, no conozco a nadie que me odie, en efecto, pero creo que hay que darle las gracias a todos.
-Va a terminar pareciendo que es usted Heidi.
-(Risas). Es que estoy muy agradecida a la vida, de veras, porque sigo cantando y teniendo un público que me quiere, y yo tengo muy metido dentro de mí eso de que es de bien nacidos ser agradecidos.
-¿Usted, como todos, no tiene siempre prisa y no sabe ni para qué?
-Yo también la tengo a veces y, sí, no sé ni para qué. Estamos muy nerviosos, pero estoy convencida de que podemos conseguir estar mucho mejor de lo que estamos. No es imposible.
Incertidumbre
-A lo mejor sí mientras sigamos desconfiando cada vez más unos de otros.
-Los acontecimientos que estamos viviendo hacen que aumenten entre la gente la incertidumbre, la inseguridad y la desconfianza. Pero también es cierto que la confianza de los demás hay que ganársela. Los unos y los otros deben acercarse.
-¿En paz consigo misma y con el mundo?
-Conmigo misma estoy en paz, y con el mundo muy preocupada y buscando respuestas a todo lo que está sucediendo. Y confío en que a través de la música el ser humano vuelva a su esencia natural.
-Esencia natural con la que pega más, en vez de darle las gracias al que me odia, eso que canta usted desde hace unos años de «te come la pena, te matan los celos, te sangra la herida y la vida se escapa por un sumidero». Llegados a ese punto, ¿qué hacemos?
-Continuar escuchando la canción hasta el final, porque cuando pasan esas cosas uno tiene la posibilidad o bien de decidir seguir ahí, o bien de intentar salir adelante.
-¿Llora con los que lloran?
-Ayudar en la tragedia ajena, echar una mano en ella, sentirte útil es bueno, pero pasar demasiado tiempo en el fango propio me parece una torpeza.
-¿Cómo anda de confianza en los demás?
-En líneas generales, soy una persona que inicialmente se fía bastante de su instinto. Sobre la marcha le hago caso a mi instinto, para fiarme más o menos, y no me suele fallar. Además, siempre tienes la oportunidad de, para bien o para mal, rectificar.
-Por encima de todo, ¿qué le importa?
-El mundo en general.
-¿Y si concreta un poco más?
-De una forma rotunda y especial, mi familia y mis amigos.
-¿Qué no se ha propuesto nunca?
-No le dedicaría nunca mi tiempo a fastidiar a alguien, a ver cómo hacer alguna ruindad.
-En los momentos de mayor éxito, ¿no se lo ha creído mucho?
-No, tengo una familia y unos amigos muy pesados que no me han dejado ni siquiera planteármelo.
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